Motivado por la iniciativa para este mes de Humanitas, me he aventurado a reflexionar un poco sobre el asunto de la identidad de cara al Metaverso.
Creo que de algún modo podemos decir que estamos frente a la era del metaverso y la pregunta sobre la identidad "¿quiénes somos?" gana una dimensión desconcertante y vital. Lo que hace un requisito necesario el disertar sobre la identidad, como ese concepto filosófico que ha sido objeto de debate y que en cada época ha padecido los matices de su tiempo. Me parece que el asunto de la identidad es en cierto modo un asunto fragmentado y performativo en el mundo digital.
Desde una perspectiva que me gustaría llamar postmoderna, el metaverso no es solo un espacio virtual, sino que viene a ser una suerte de escenario donde la esencia del ser humano se desmaterializa y se reconstruye en múltiples capas.
Por lo que en este artículo busco reflexionar un poco sobre la condición de la identidad en el metaverso, intentando vislumbrar cómo la tecnología puede redefinir nuestra comprensión del yo y a su ves desafíar las nociones tradicionales y convencionales de lo que conocemos como autenticidad, identidad y existencia.
La postmodernidad creo que nos enseñó que la identidad no es un núcleo fijo e inmutable, sino una construcción social y cultural en constante cambio. Pensadores como Jean-François Lyotard y Jacques Derrida argumentaron que el yo es una narrativa en proceso, una suerte de texto que se escribe y reescribe en función de contextos y relaciones. En el metaverso, esta idea se lleva al extremo: la identidad se convierte en un collage de avatares, perfiles y representaciones digitales.
En este sentido ya no somos uno, sino muchos. Por un lado un mismo individuo puede ser un guerrero en un juego de rol,por otro un empresario en una reunión virtual y un artista en una galería digital. Lo que arroja la pregunta ¿Cuál de estas versiones es la "verdadera"? Y siguiendo la idea de permanecer en una perspectiva postmoderna, hay que decir que todas y ninguna, ya que la identidad en el metaverso es esencialmente polifacética y descentrada.
Por un lado la postmodernidad nos habla de la fragmentación, y por otro lado otra perspectiva que me gusta pensar es la existencialista y precisamente el existencialismo nos recuerda la responsabilidad de elegir quiénes somos de manera consciente. Afirmó
Jean-Paul Sartre que "el hombre está condenado a ser libre", es decir, estamos destinados a definirnos a través de nuestras acciones y decisiones, también dijo, "que el ser humano es eso que hace con lo que hicieron de el". Creo que en el metaverso, esta libertad se amplifica enormemente ya que podemos crear avatares que reflejen nuestros deseos más profundos o que exploren facetas de nosotros mismos que en el mundo físico permanecen ocultas.
Sin embargo, esta libertad conlleva una interesante paradoja. Al multiplicar nuestras identidades, ¿acaso no corremos el riesgo de perdernos a nosotros mismos? La autoalienación, parece un fenómeno que surge cuando nos desconectamos de nuestro ser auténtico, pero, también me preguntó ¿Somos un ser auténtico?. En el metaverso, la línea entre la autenticidad y la simulación parece desdibujarse planteando así preguntas incómodas sobre la naturaleza de nuestra existencia.
Aunque no he leído mucho la obra de Judith Butler, creo que es ella la que ha esbozado una teoría sobre la performatividad, argumentando que el género no es algo que somos, sino algo que hacemos, la identidad, es decir eso que somos responde a la misma idea o es lo que me gusta pensar. En el metaverso, esta idea se extiende a todas las dimensiones de la identidad. Ser en el mundo digital es actuar, es en sentido estricto, performar. Cada interacción, cada elección de avatar, cada publicación en redes sociales es un acto de creación de identidad. Pero, ¿qué sucede cuando estas performances se desconectan de un "yo" estable? **¿Acaso nos convertimos en meros espectadores de nuestras propias representaciones? Aquí en este sentido, las ideas de de Gilles Deleuze y Guattari ofrecen perspectivas interesantes. Quizá sea el yo como un rizoma, como una red de conexiones sin un centro totalmente definido. Por lo que en el metaverso, somos rizomas digitales, seres en constante devenir, idea que resuena con Heráclito, aunque desconozco como lo hubiese interpretado realmente.
Así que volviendo a la pregunta inicial, ¿Quiénes somos en el metaverso? La respuesta a esta pregunta no algo simple, porque la identidad en el metaverso es un fenómeno complejo y multifacético. Desde una perspectiva postmoderna, somos narrativas en proceso, textos que se reescriben en cada interacción, idea con la que me involucro personalmente. Ahora, desde un enfoque existencialista, somos seres libres que enfrentan la constante angustia de elegir quiénes ser en un mundo sin límites claramente edificados. Y, en última instancia, somos una suerte de actores en un escenario digital donde la distinción entre lo real y lo virtual se desvanece cada vez más. El metaverso no es solo un espacio tecnológico arrojado en la virtualidad; es un espejo que refleja las tensiones y paradojas de la condición humana en el desarrollo del siglo XXI. Por lo que en este sentido, la pregunta "¿quiénes somos en el metaverso?" es una invitación abierta a explorar los horizontes de nuestra propia existencia.
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