En mi familia no hay tradición de juegos de lotería. A mis padres le parecía un desperdicio de dinero. Sin embargo mi papá se jugaba cada domingo su cuadrito de caballos de la rinconada. Ese deseo por intentarlo una y otra vez, nos da esperanza de que alguna vez ganaras.
Pero hubo una época donde nos sobraba un poco y había la oportunidad de probar un poco a la suerte. Y entre mi hermana y yo logramos ganar alguito y recuperar con un poco más lo gastado. No era nada malo intentarlo. No estaba quitando un plato de comida de la mesa. Tampoco estaba dejando de pagar los servicios.
Creo que como entretenimiento esta actividad casi de adivinar que número puede salir a veces no es tan mala. El problema es cuando se vuelve fanatismo y pierdes tu sustento por jugar lotería.
Es factible que en la noche y a través de los sueños las almas bondadosas de tus ancestros te lancen un número afortunado. El problema es que seguramente, no recordaras muy claramente el sueño y el número a jugar.
He sabido de una amiga de la infancia que su padre perdió su hermosa casa por juego de apuestas. Yo era pequeña así que no lo recordaba así, no es algo que hablen los niños. Pero cuando tiempo después me reuní con otra amiga en común comento la naturaleza de la perdida de esa casa. La casa de mi amiga era hermosa y simplemente habían perdido su hogar por esos juegos de azar.
Has oído alguna vez de un caso parecido cercano a ti. Perder un bien o una casa por una apuesta. Acabo de leer una noticia aquí en Venezuela, un señor fue a reclamar su premio una apuesta de un carro y simplemente el padre de los dos guardias militares que la hicieron le disparo al tocar la puerta y reclamar su premio.
La gente se puede volver loca ante un nivel de no lograr detenerse al momento de realizar una apuesta exagerada.
Esta es mi participación en la actividad de esta semana Concurso. Observa Piensa Escribe.
