Nunca contemple el acuario durante tanto tiempo, como esta tarde en que se callo la red y no había nada que ver en la pantalla del ordenador, salvo algún repetitivo juego.
Los diferentes peces nadaban arriba y abajo, sin apenas cruzarse con sus vecinos, evitando acercarse unos a otros, solo el rastrero corroncho subía y bajaba con la boca pegada del vidrio sin importarle que lo rozaran.
Cuando abandonaba el vidrio y optaba por escarbar con sus aletas la arena del fondo, se le acercaban algunos de los más coloridos para atrapar los pequeños granos de arena que escupían casi de inmediato. Imagino que todos acudían a buscar restos de comida depositada en el fondo.
Aseguran que en el mar sucede algo parecido con los tiburones, al parecer les suelen acompañar rémoras, así creo que los llaman, que se alimentan de las migajas que escapan de sus bocas.
Algo parecido les sucede a ballenas y cachalotes, que con los años terminan con incrustaciones de crustáceos que se les adhieren a la piel, no sé si actúan como sanguijuelas y garrapatas o solo prefieren viajar gratis por el océano.
Un pez barbado, como un bagre, llamo mi atención, no por lo feo, sino por el extraño comportamiento.
Todos los peces son muy parecidos y salvo los de llamativos colores, son criaturas bastante feas.
El barbudo y especialmente feo, nadaba en pequeños círculos, unas veces ascendente y otras descendentes, interrumpidos por constantes arremetidas contra el vidrio, como si buscara una salida.
Solo cuando nadaba directamente frente a mí, se detenía y no golpeaba el cristal.
Hacía un par de vueltas más largas y volvía a golpear la invisible pared. ¿Acaso me podía ver y reconociendo un ser diferente y de mayor tamaño, evitaba enfrentarme?
No me pareció un animal temeroso, pues cuando se cruzaba con el corroncho limpiador, no vacilaba en empujarlo sin voltear a mirarlo.
En todos los casos el otro modifico su recorrido para no estorbar al incesante embestidor del cristal.
Ahora comprendo que ambos son muy diferentes de todos los otros, estos no acuden a la superficie para atrapar las hojuelas de comida, aunque el de las embestidas no las desprecia cuando al descender en el agua se cruzan frente a su boca.
Se me ocurre que son los únicos en el acuario conscientes de que viven atrapados y buscan la salida. Uno con cierta violencia golpea la invisible pared, buscando un hueco o un punto débil por donde salir, el otro más sutil va palpando cada milímetro con su lengua.
¿Por qué nunca saltan fuera del agua?
Ya sé, son locos, pero no tanto.