Imagen de mi autoría generada con AI Piclumen.comLa cocina olía a gloria. Ese olor que solo la abuela sabía darle a una tarde domingo, mezcla de ajo dorado, carnita bien jugosa y ese perfecto toque de especias secretas que nadie en la familia había logrado descifrar.
¡A comer! gritó con su voz fuerte, la misma voz con la que uno ya sabía que mejor no discutir.
Los nietos llegaron a la carrera, los hijos con un poco más de disimulo, pero igual con unas ganas locas de sucumbir ante las delicias de la abuela.
La mesa se llenó de platos hasta el tope, de risas, de historias que saltaban de un chisme de la vecina a una anécdota vieja que todos ya conocían pero igual hacían como si fuera nueva.
Cuando el último pedazo de pan raspó el plato, el tío Euán, acariciándoselos la barriga, dijo: Bueno, es hora de los platos.
Y allí el silencio se apoderó del momento, las Miradas se cruzaban y parecía que la comilona los hubiese dejado sordos, hasta que la abuela entrecerró los ojos, con eso fue suficiente.
En un momentico la cocina se llenó de actividad, unos lavaban, otros secaban, el primo universal tarareaba una canción sin letra mientras los platos se iban apilando en su lugar.
Pero… extrañamente en la mesa quedó un plato sucio, solito, con la última gota de salsa que había quedado como prueba de aquel festín.
La abuela lo vio, se aseguró de que nadie estuviera mirando, y con una sonrisita traviesa pasó el dedo por el borde y se lo llevó a la boca.
Mmm… aún no pierdo mi toque, murmuró, luego se acomodo y continuó disfrutando su tacita de café.
Porque ella… ya había hecho su parte.
Muchas gracias por haber llegado hasta aquí.
El que me hayas leído significa mucho para mí y espero de corazón que hayas disfrutado cada palabra.
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🇬🇧 English Version
Image created by me with AI from Piclumen.comThe kitchen smelled heavenly. That scent only Grandma knew how to impart on a Sunday afternoon, a blend of golden garlic, juicy meat, and that perfect touch of secret spices that no one in the family had been able to decipher.
"Let's eat!" she shouted in her loud voice, the same voice with which you already knew better than to argue.
The grandchildren arrived running, the children a little more discreetly, but still with a mad desire to succumb to Grandma's delicacies.
The table was filled to the brim with plates, laughter, stories that jumped from a neighbor's gossip to an old anecdote that everyone already knew but still acted as if it were new.
When the last piece of bread scraped the plate, Uncle Euán, stroking his belly, said: "Well, it's time for the dishes."
And then silence took over the moment, their eyes met, and it seemed as if the feast had left them deaf, until Grandma squinted, and that was enough.
In a moment, the kitchen was filled with activity: some were washing, others were drying, the universal cousin was humming a song without words while the dishes were piled up.
But… strangely, a dirty plate remained on the table, alone, with the last drop of sauce left behind as proof of that feast.
Grandma saw it, made sure no one was looking, and with a mischievous little smile, ran her finger along the rim and brought it to her mouth.
Mmm… I still haven't lost my touch, she murmured, then settled back and continued enjoying her small cup of coffee.
Because she… had already done her part.
Thank you so much for making it this far.
Your reading means a lot to me, and I sincerely hope you enjoyed every word.
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