La lluvia de la tarde alborotó a los mosquitos; Sir Héctor, debe estar feliz. Sir Héctor I, asesino de moscas y guardián del jardín, es el título que ostenta el sapo que tienen mis vecinos por mascota. Sí, mis vecinos tienen un sapo enorme y aterrador, más grande que un zapato, el doble de grande cuando se infla para intimidar a quienes se atreven a molestarlo; incluso mi gato Glotón, le tiene miedo. Desde mi ventana puedo escucharlo croar en las noches y alguna vez lo he usado para asustar a mis primas pequeñas.
Sir Héctor, fue llevado hace un año al liceo, para ser diseccionado en clase, pero no recuerdo exactamente porque no le echamos cuchillo ese día. En ese momento no era tan grande, era del tamaño del puño de un niño, te cabía entre las manos. —¡Ah, ya recuerdo!— No lo usamos porque habían pedido ranas y no sapos. La cosa es que se quedó en el laboratorio y los chicos decidieron que era buena idea colocarlo en la mochila de Ester (mi vecina), para reírse de ella.
Contra todo pronóstico, Ester no se asustó, le brillaron los ojos de emoción cuando vio al sapo y lo acunó entre sus manos. No le importó que la vieran raro y que le hicieran bromas pidiéndole que besara a su príncipe encantado. Ella simplemente se lo llevó a casa, le dio nombre y hogar, aunque sus padres no estaban muy felices por la elección de mascota de Ester, terminaron por ceder, puesto que no necesitaban comprarle alimento, pues con dejarlo en el jardín él podía encontrar su propia comida. El sapo no hacía daño a nadie y prestaba el servicio de control de plagas.
En fin, mis vecinos tienen un sapo gigante en su jardín y esos son los vecinos más normales que tengo; imagínense como serán los otros.
Imágenes de mi autoría tomadas con teléfono Redmi 9a