Bajo esta nube: la sombra que me sigue

Me llamo Atenas, tengo veintinueve años y cada mañana, al abrir los ojos, la veo. Observo una nube muy negra, densa y pesada, que flota justo encima de mi cabeza. No es una metáfora, no es una exageración poética ni una historia literaria. Es real, tan real como el aire que llena mis pulmones y el suelo que me sostiene. Al principio, cuando pude darme cuenta, pensé que no era más que un sueño loco, que se trataba de una pesadilla recurrente de la que pronto despertaría. Pero pasaron los días, el tiempo, y la nube oscura seguía ahí, enorme, inmutable.

Siempre me levanto con cuidado, intentando no molestarla, aunque sé que es inútil, porque me sigue a todas partes, es un recordatorio constante de algo que aún no comprendo. En el espejo, mi reflejo parece bastante cansado y mis ojos están marcados por unas enormes ojeras que me hacen parecer mayor de treinta y cinco años. Y cuando me visto siento que me estoy preparando para enfrentarme a una guerra cotidiana que aún no he ganado, en ese momento una parte de mí quiere volver a la cama y esconderse bajo las sábanas como una niña asustada.

Cuando salgo de casa, creo que la gente me mira con curiosidad, algunos con compasión, otros con una mezcla de miedo y fascinación. "¿Qué le estará pasando?", les oigo murmurar al pasar. Yo también me lo pregunto. No recuerdo cuándo empezó todo esto, ni por qué. Solo sé que un día me desperté y allí estaba ella, y desde entonces no me ha dejado en paz ni un momento.

En serio, juro que intento llevar una vida normal como muchos, trabajo, practico algún deporte, hago ejercicio, y a veces salgo con algún chico que me gusta, pero ¿cómo haces todo eso con una nube negra sobre tu cabeza, amenazando con destruirte? De todos modos, los niños se mantienen alejados, los adultos evitan hablarme de ello, y yo. Únicamente quiero encontrar una respuesta y librarme de esta carga. He visitado a médicos, psicólogos, incluso a un par de curanderos que prometieron liberarme de mi sombra personal utilizando hierbas y oraciones, pero nada funcionó.

Con el tiempo, he aprendido a vivir con ella. A veces, incluso olvido que está ahí conmigo, hasta que veo su reflejo en un espejo o a alguien que me lanza una mirada de lástima. También he descubierto que, a pesar de su opresiva presencia, la vida sigue. Sigo riendo, llorando, amando. La oscuridad que llevo encima no define quién soy, aunque a veces lo parezca.

Y así, cada día, me despierto y me enfrento al mundo con una nube negra sobre mi cabeza. Bajo esa sombra que me persigue eternamente allá donde voy. No sé si alguna vez desaparecerá, si el cielo de mi vida volverá a ser azul. Pero he decidido que no esperaré a que eso ocurra para vivir. Al final, todos tenemos nuestras propias nubes, visibles o no.