El corazón se acelera,
el alma busca escapar
a esa sensación de
pesadez, de miedo,
de expectativa ante
lo que vendrá;
sientes que no estás listo,
y le ruegas a Dios
grandes fuerzas para
enfrentar esa situación.
Esas incertidumbres a veces
arruinan el día en todos
los sentidos habidos y por haber,
como si fuera una cosa aciaga
cuya solución aún se desconoce;
cierras los ojos e intentas
respirar profundo, porque
no sabes qué es lo que se
te espera en esos momentos
de tensa calma.
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