Dice que morirá el jueves, que ya todo está decidido. Que no importa si llueve, quiere que lo lleven al cementerio. No cree en nada, señor, dice que el odio de Dios es tan fuerte porque lo ha golpeado toda su vida. Eso es lo que dice. Que no importa. Que para qué sirve el destierro, dice, si toda su vida nunca ha pertenecido a ningún lugar. Que por más que ha luchado no ha podido escapar a su destino. Estuvo en la cárcel y huyó, pero se siente prisionero, dice, en un lugar cuya lengua no conoce, y que lo peor es eso, no saber qué dice el otro y no encontrar un banco donde sentarse. Que prefiere estar sentado en cualquier plaza a escribir eso que lo quieren obligar a escribir aunque sabe que en un momento dado tendrá que escribirlo porque puede que pronto se muera un jueves o un viernes, y que tal vez llueva y no pueda darle pan a su familia porque, dice él, son tan pobres que ya rezar no sirve de nada. Si escribe, que será por gusto. Usted lo conoce mejor que yo, señor. No puedo decirle con certeza, pero lleva días yendo a esa plaza a echarle migas de pan a las palomas.
Que se va a Francia y luego a España y Rusia. Que quiere hacer la revolución pero no se da cuenta que ya todo está perdido. Dice que su destino está atado a su pueblo, ese que muere de hambre. Le ha costado sobrevivir. La prisión lo hizo un poco más desconfiado. El amor, ni se diga. Dice que ha vivido terrores. Dice que prefiere su habitación estrecha... Aunque se comenta que ha estado saliendo con la señorita que vive frente a su casa. Él a mí no me ha dicho nada al respecto. Lo que sí me ha dicho es que morirá en día santo. Y como ve, señor, puede que tenga algo de razón. Que no, que la vida es un cúmulo de imposibilidades y desengaños. Mire lo que ha escrito, señor, para que se dé cuenta:
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
Microrrelato escrito en homenaje a César Vallejo. Si quieren saber más sobre esta iniciativa, visiten este enlace.