Nota de la autora: El siguiente relato transcurre después de los hechos del capítulo 19 de Una terrícola en Titán, publicado hace unos días en este mismo espacio.
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"¿Qué tanto le cuentas a Ecclesía?"
El general Adelbarae Borg miró a su madre, Ennio, con extrañeza. Ésta, quien había entrado sin previo aviso a su despacho en plena noche, estaba de pie frente a él, mirándolo con severidad, como si se hubiera enterado de algo muy desagradable.
Dejando de lado los informes, miró a su progenitora con gravedad y le respondió, indiferente: "¿A qué viene tu pregunta, madre?"
"No te hagas el tonto, Adelbarae", espetó Ennio. "Sé que le cuentas cosas a esa mujer, y me pregunto si entre esas cosas están algunos asuntos que no deberían ser de su incumbencia, como la ausencia de hijos".
Borg suspiró, incómodo. Sabía que su madre nunca aprobaba de su relación con Ecclesía, la Alta Concubina del emperador y con quien sostenía una apasionada relación desde hace cinco años. Nunca se lo decía de forma abierta, pero podía notarlo en el tono y en la forzada cortesía que siempre desplegaba ante la mujer que ocupaba su corazón.
"Madre, te aseguro que soy muy cuidadoso con las cosas que hago y digo delante de la Alta Concubina. No tienes nada de qué preocuparte", dijo con resignación.
"¿Estás seguro de eso? Porque en la corte hay rumores sobre ese tema, y estoy segura de que Ecclesía es la fuente detrás de esa situación".
"¿En serio Güzelay te dijo eso?"
"Güzelay no culpó a Ecclesía, pero sí me dijo que escuchó los rumores en la corte; de ahí mi conclusión al respecto".
Borg desvió la mirada, incómodo ante la respuesta de su madre.
Güzelay nunca le había causado problemas. De hecho, ella misma, a pesar de su honda tristeza, siempre estaba ahí dispuesta a cumplir con su deber. La terrícola sabía que él no podía amarla, y ella ya no se esforzaba en ganarse su afecto, sino a limitarse a su deber. De hecho, no le interesaba lo que ocurría en la corte. Al menos no en apariencia.
Pensó entonces en el incidente del almuerzo del día anterior, cuando Ralna había cometido el desatino de emitir un comentario innecesario. Sabía que Güzelay se había llevado dejar por las emociones en ese momento, afectada por enterarse de que no estaría su amiga Gülbahar, la esposa del archiduque de Von, y sin embargo nunca esperó que Güzelay le echara en cara su falta de acción ante las ofensas de Ecclesía.
"Madre, te aseguro que Ecclesía no fue quien comenzó el rumor", dijo tras un momento de silencio. "Quizás fue la duquesa".
"La duquesa no tiene necesidad de atacarnos sin motivo", le replicó Ennio con frialdad. "Sin embargo, hay algo mucho más preocupante que esos rumores: su conocimiento respecto a ciertas cosas".
"¿Conocimiento?"
Ennio asintió. "Ella sabe sobre esa horrible tradición de matar a las hijas que nazcan primero y el abandono a las mujeres que no pueden producir herederos en las selvas de Titán", dijo con gravedad.
Borg se removió en su asiento ante aquellas palabras. "Madre, no creo que en el harén hayan sido capaces de revelar esos secretos".
"Pasas por alto un detalle, hijo: La Gran Concubina es la hermana del emperador. Solo ella y sus eunucos de confianza saben muy bien lo que sucede tras bambalinas. Y si ella lo sabe, también Ecclesía".
Borg se quedó callado. Ennio, por su parte, caminó hacia la ventana que se encontraba detrás del escritorio de su hijo. Tras un momento de silencio entre ambos, la mujer se volvió y añadió: "No me sorprendería que ella no quiera salir embarazada o que Meleke haya ordenado de forma determinante no otorgarnos un heredero".
"Ya te dije que Ecclesía solo quería ayudar con la boda...".
"¡¿Ayudar?! ¡Ecclesía no es parte de la familia imperial! No importa si es la madre de los cuatro hijos del emperador; ella no es la emperatriz ni miembro de la familia imperial, mucho menos la encargada del harén. Meleke sí lo es, y hasta ahora no nos ha perdonado la ofensa que supuso sobrepasar su autoridad".
El general iba a levantar la voz en defensa de su amada, mas las palabras se quedaron atoradas en su garganta.
Sabía que su madre tenía razón. Meleke tenía la facultad para instruir a sus protegidas sobre cualquier tipo de estrategia, y el emperador secundaba su decisión muy a pesar de algunos desacuerdos. Si Güzelay había recibido órdenes directas de la Gran Concubina, entonces la familia tendría que encontrar un modo de apaciguar las tensiones entre ellos.
Recordó entonces que Zorg había tocado el tema aquella mañana en los jardines. Su propio amigo había sido uno de los primeros en darse cuenta de esa posibilidad, y lo mencionó justamente delante de Ecclesía.
Un fuerte escalofrío recorrió su espalda al contemplar la probabilidad de que su amada haya sido la persona que persuadió al conde de O a su hijo a no adquirir a Güzelay como esclava sexual a finales del año por razones que se le escapaban a la razón.
¿Pero por qué haría eso?, pensó. Ella cuenta con el apoyo de la familia respecto a la sucesión; ¿por qué debería traicionarnos de ese modo?, ¿qué ganaría con eso?
En un tono urgente, Borg se levantó y, volviéndose hacia su madre, declaró: "Debemos hablar con la Gran Concubina y aclarar esta situación de una vez por todas; solo así Güzelay cumplirá su función respecto a nosotros. Y si Meleke no le ha dicho nada, entonces debemos asegurarle de que nosotros no practicamos infanticidios ni abandonamos a las mujeres en Titán".