Desde que estoy en Argentina, y como es de esperarse siendo extranjeros, he vivido en muchos lugares, pero mayoritariamente en departamentos. De hecho, cuando adopté a los dos perros que tengo actualmente, ya estaba viviendo en un departamento.
Pude notar una enorme diferencia cuando logramos mudarnos a una casa. No solo en ellos, sino en mi, yo no había vivido en una casa desde hace 23 años y todo se sentía diferente y nuevo. Lo más hermoso fue tener un enorme patio para los perros. De hecho esa fue nuestra decisión al momento de optar por elegir una casa con patio, para que tuvieran un espacio grande para correr y ser felices.
Durante tres años fueron perros inmensamente felices en esa casa, corrían sin parar y pasaban todas las tardes tomando Sol y jugando.
Cuándo llegó mi gata Kiwa, ya yo estaba viviendo en esa casa, a pesar de ser ciega es una nota muy capaz y sus otros sentidos están muy desarrollados. En ese patio ella atrapaba presas de todo tipo, siempre me sorprendía cómo hacía para cazar.
Cuándo ya se estaba acercando la fecha del fin del contrato, comenzaban las preocupaciones. Principalmente por los perros y ahora la gata, lograr conseguir un lugar donde puedan ser felices y vivir tranquilos.
La búsqueda no paró, por meses. Finalmente me enamoré de un lugar que tenía hermosos parques para sacarlos a pasear, pero no sabía cómo reaccionarian al hecho de volver a un departamento. Para mí sorpresa, el cambio fue positivo. Los comencé a notar mucho más relajados en casa, no ladraban tanto y parecían descansar mejor.
Mis mayores temores se fueron esfumando. No solo por parte de los perros, mi gata Kiwa también parece estar mucho más tranquila en un ambiente controlado y más pequeño, se aprendió la ubicación de todo y parece estar mucho más en paz.
Finalmente salió todo bien, a pesar de todas las noches que me quedaba hasta tarde pensando qué hacer y cómo hacerlo, las cosas fluyeron y acá estamos de vuelta en un departamento.
El cambio positivo también tuvo repercusiones positivas en mi vida, ya que los saco a pasear al menos 3 veces al día. Es un momento que disfrutan y viven al máximo, pero cuando vuelven a casa, ahí me doy cuenta que el cambio fue para bien.
Seguro alguno de ustedes ha pasado por esto, y si no, espero que mi experiencia te brinde calma y seguridad en que de alguna manera más cosas se resuelven.
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ENGLISH
Since I arrived in Argentina, and as expected for foreigners, I’ve lived in many places, mostly apartments. In fact, when I adopted the two dogs I currently have, I was already living in an apartment.
I noticed a huge difference when we managed to move into a house. Not only in them, but in myself as well—I hadn’t lived in a house for 23 years, and everything felt different and new. The most beautiful part was having a large yard for the dogs. In fact, that was our main reason for choosing a house with a yard: to give them a big space to run and be happy.
For three years, they were immensely happy dogs in that house. They ran endlessly and spent every afternoon basking in the sun and playing.
When my cat Kiwa arrived, I was already living in that house. Despite being blind, she is incredibly capable, and her other senses are highly developed. In that yard, she would catch all kinds of prey, and I was always amazed at how she managed to hunt.
As the end of the lease approached, worries began to surface—mainly about the dogs and now the cat. Finding a place where they could be happy and live peacefully became the priority.
The search went on for months. Eventually, I fell in love with a place that had beautiful parks for walking them, but I wasn’t sure how they would react to moving back into an apartment. To my surprise, the change was positive. I noticed they were much more relaxed at home, barked less, and seemed to rest better.
My biggest fears gradually faded away. Not only with the dogs—my cat Kiwa also seems much calmer in a smaller, more controlled environment. She quickly learned the layout of everything and appears to be much more at peace.
In the end, everything worked out, despite all the late nights spent thinking about what to do and how to do it. Things fell into place, and here we are, back in an apartment.
The positive change also had a great impact on my life. I now take them out for walks at least three times a day. It’s a moment they truly enjoy and live to the fullest, but when we get back home, I realize that the change was for the better.
I’m sure some of you have gone through this, and if not, I hope my experience brings you some calm and reassurance that, somehow, things do work out.