I like breakfasts with the aroma of the countryside, when I was a child I woke up with the smell of freshly boiled milk, cassava with butter and a piece of cheese or fried eggs. Due to my age, perhaps four or five years, there are details that are blurry, but they always take me to the house made of boards and a guano roof where my five brothers and I were born.
I can still see my mother in front of the wood stove brewing coffee, strong, of course, with which we ate crackers or vita malts, a little sweeter. I spent most of my mother's time there, boiling large pots of milk, then making cheese balls that we liked to eat with banana fufú and coffee.
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Any celebration or visit was a reason to roast a pig. After eating to her heart's content, my mother would save a piece and in the morning we would eat meat with cassava. We spent days sick, they took us long distances to be rubbed.
Our house was an obligatory stop for many neighbors who traveled to the winery, the school or simply to take the path that took them to the highway towards the town, that's what we called the city; Before, they drank coffee, they drank water from the jar, which was fresher, or some sour orange soda. Since we were six children, many of those neighbors were our water godparents, which is what they call the first baptism of newborns.
The house was surrounded by fruit trees: oranges, mangoes, guava, apple trees, plums and there was a small orchard where my mother grew garlic, leek, lettuce, fennel, and vija. Just touching one of the plants gave off an exquisite smell. Some pulled the herbs, others moistened the plants with a watering can that I never forget. My mother had carnations where bees and butterflies fluttered.
My mother took us with her to pick the ripe coffee beans from a few coffee trees lined up along the maya fence, we liked to suck their sweet and aromatic juice. All those places were the hiding places in our games, my mother did not allow us to approach the well or leave her sight.
The older ones used tricks to get rid of the smaller ones, who were afraid of the lizards, chipojos and snakes that were very common in the trees and grasslands. Many times, the younger ones would run to tell our mother that someone had escaped into the river, just by leaving the doorway, the river was a few meters away.
To go to school you had to cross it, always accompanied by an adult.
One day, so that we wouldn't say anything, my older brothers took us with them, and the youngest of my brothers, only three or four years old, swallowed water. My mother found out because we weren't very trustworthy at keeping secrets.
The place we always returned to was around the stove, always attracted by the smell of roast sweet potato, some bacon or sweet corn flour. The feelings that memories awaken in me are channeled, it is a special space because they return me to the happiest of my stages: childhood.
Español
El desayuno de mamá
Me gustan los desayunos con aroma a campo, cuando era niña despertaba con el olor de la leche recién hervida, la yuca con manteca y algún trozo de queso o huevos fritos.
Por la edad, quizás cuatro o cinco años, hay detalles que están borrosos, pero siempre me llevan a la casa de tablas y techo de guano donde nacimos mis cincos hermano y yo.
Aún puedo ver a mi madre delante del fogón de leña colando café, fuerte, claro con el que comíamos galletas de sal o vita maltas, un poco más dulces. Allí transcurría la mayor parte del tiempo para mi madre, hervía grandes ollas de leche, luego hacia bolas de queso que nos gustaba comerlas con fufú de plátano y café.
Cualquier festejo o visita, era motivo para asar un cerdo en púa, luego de comer a gusto, mi madre guardaba algún pedazo y en la mañana comíamos carne con yuca. Nos pasábamos días enfermos, nos llevaban largas distancias a sobarnos.
Nuestra casa era paso obligado para muchos vecinos que transitaban hacia la bodega, la escuelita o simplemente para tomar el camino que los llevaba a la carretera rumbo al pueblo, así le decíamos a la ciudad; antes bebían café, tomaban agua de la tinaja, que la msntenia más fresca o algún refresco de naranja agria.
Como éramos seis niños, muchos de esos vecinos eran nuestros padrinos de agua, así se le llama al primer bautizo de los recién nacidos.
La casa estaba rodeada de frutales: naranjas, mangos, guayaba, anoncillos, ciruelas y había un pequeño huerto donde mi madre cultivaba ajo puerro, lechugas, hinojos, vija. De tan solo rozar una de las plantas despedían un exquisito olor.
Unos sacaban las hierbas, otros humedeciendo las plantas con una regadera que nunca olvido. Mi madre tenia claveles donde revoloteaban abejas y mariposas.
Mi madre nos llevaba con ella a recoger los granos de café maduros de unos pocos cafetos alineados a la cerca de maya, nos gustaba chupar su jugo dulzón y aromático.
Todos esos sitios eran los escondites en nuestros juegos, mi madre no nos permitía acercarnos al pozo ni salir del alcance de su vista.
Los más grandes usaban trucos para deshacerse de los más pequeños, temerosos de las lagartijas, chipojos y culebras muy frecuentes en los árboles y hierbazales.
Muchas veces los más chicos corríamos a decirle a nuestra madre que alguno se había escapado al río o la lahuna, solo con salir de la portada, a unos metros estaba el río. Para ir a la escuela había que cruzarlo, siempre acompañados por algún adulto.
Un día para que no dijéramos nada mis hermanos mayores nos llevaron con ellos, y el más pequeño de mis hermanos con solo tres o cuatro años, tragó agua. Mi madre lo supo porque no éramos muy confiables para guardar secretos.
El sitio al que siempre volvíamos era alrededor del fogón, siempre atraídos por el olor del boniato asado, algún tocino o harina de maiz dulce.
Los sentimientos que me despiertan los recuerdos, son acanados es un espacio especial porque me retornan a la más feliz de mis etapas: la niñez.
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