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La idea se transforma en un ideal cuando se adapta para satisfacer nuestras necesidades. De lo contrario, permanece como una necesidad insatisfecha, lo que puede dejarnos con un sentimiento de frustración por la negación de lo que deseamos.
A partir de una idea, se genera el idealismo, que resulta ser algo imperfecto. La perfección de un idealismo concreto es, en realidad, un reflejo de nuestra necesidad de creer que lo que anhelamos es posible.
Las posibilidades de idealizar son vastas e incomprensibles, ya que surgen de la necesidad de una persona o de un grupo que comparte un camino hacia un destino.
Aunque este camino esté lleno de ilusiones, es importante reconocer que nada puede ser completamente ideal. Somos seres mortales, y la falta de inmortalidad limita nuestra capacidad de alcanzar un ideal o una idealización eterna.
La génesis de una idea puede encontrarse en nuestro interior o en los parámetros de socialización que hemos experimentado. Estoy convencido de que las ideas residen en nuestros genes, viajando a través de reencarnaciones ininterrumpidas.
En cada etapa de nuestra existencia, deseamos expresar esas ideas de la manera que sea posible, replanteando constantemente nuestras necesidades.
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Sin intención de menospreciar a los demás, creo que la necesidad de sortear el fin inevitable que es la muerte nos lleva a someternos a diversas ideas. No hay nada de malo en ello, siempre y cuando comprendamos que vivir para una determinada creencia no nos aleje de la realidad.
Vivir es un mérito, mientras que morir es el acontecimiento irreversible que afecta a todo ser. Por eso, propongo que el término "idea" es fundamental en nuestro tránsito por la vida, y a menudo acertamos, aunque también podemos errar.
Es esencial prestar atención a nuestro organismo. Cuidarnos implica aceptar nuestra fragilidad, tanto física como mental. Además, al hablar de cuidados, debemos considerar que el alma o espíritu, que representa nuestra luz existencial, también ocupa un lugar de relevancia.
Sin embargo, siempre debemos ser conscientes de que el idealismo nunca es lo ideal. Somos seres basados en la imperfección, buscando el camino para perfeccionar nuestra experiencia terrenal con sabiduría.
Uno de los problemas más graves que enfrentamos es la idea de posesión, la creencia de que todo nos pertenece dentro del círculo en el que estamos involucrados. Por ejemplo, el amor de pareja es una idea que necesitamos establecer, y desde allí se idealiza constantemente.
Sin embargo, a menudo no comprendemos que el amor es solo una parte de dos partes. Nuestra idea de amor puede volverse no ideal, ya que no siempre hay una alineación total con lo que consideramos ideal en una relación.
Es posible vivir en pareja, pero tarde o temprano, la disconformidad puede surgir, o incluso el acostumbramiento, que se produce por el miedo a la soledad o por la presión social de mantener un vínculo familiar.
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En el ámbito laboral, educativo y en cualquier contexto social, siempre existirá una idea personal sobre las cosas. Lo importante, pienso en voz alta, es ser libres, siempre y cuando esa libertad implique la aceptación del prójimo en nuestras vidas.
Los compromisos que adquirimos con los demás deben basarse en el respeto por las ideas originales de cada uno. La idea debe ser el primer paso para consolidar acuerdos concretos, sin que nuestras ideas avasallen a los demás ni viceversa.
Escribir ha sido mi idea en este caluroso mediodía de una ciudad húmeda y convulsa. En esta ciudad, todos hablamos a gritos, sin escucharnos ni comprender que el idealismo nunca se conforma.
La búsqueda de un ideal puede llevarnos a la frustración si no somos capaces de aceptar la imperfección de la vida y de las relaciones. La clave está en encontrar un equilibrio entre nuestras ideas y las de los demás, en un espacio donde el respeto y la comprensión sean fundamentales.
Así, al reflexionar sobre la naturaleza de las ideas y su transformación en ideales, es crucial recordar que la vida es un viaje lleno de matices. Cada idea que surge en nuestra mente tiene el potencial de convertirse en un ideal, pero también conlleva la responsabilidad de reconocer que la perfección es inalcanzable.
La aceptación de nuestra propia imperfección y la de los demás es lo que nos permitirá avanzar en este camino, enriqueciendo nuestras experiencias y relaciones.
En última instancia, la vida es un constante proceso de aprendizaje y adaptación. Las ideas que cultivamos y los ideales que perseguimos deben ser flexibles, permitiéndonos crecer y evolucionar.
Al final del día, lo que realmente importa es cómo vivimos y cómo nos relacionamos con el mundo que nos rodea, siempre buscando un equilibrio entre nuestras aspiraciones y la realidad que enfrentamos.
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The idea becomes an ideal when it is adapted to meet our needs. Otherwise, it remains an unsatisfied need, which can leave us with a feeling of frustration at the denial of what we desire.
From an idea, idealism is generated, which turns out to be imperfect. The perfection of a particular idealism is actually a reflection of our need to believe that what we long for is possible.
The possibilities of idealising are vast and incomprehensible, as they arise from the need of an individual or a group sharing a path towards a destination.
Although this path is full of illusions, it is important to recognise that nothing can be completely ideal. We are mortal beings, and the lack of immortality limits our ability to reach an eternal ideal or idealisation.
The genesis of an idea can be found within ourselves or in the parameters of socialisation we have experienced. I am convinced that ideas reside in our genes, travelling through uninterrupted reincarnations.
At every stage of our existence, we wish to express those ideas in whatever way we can, constantly rethinking our needs.
Without meaning to belittle others, I believe that the need to circumvent the inevitable end that is death leads us to submit to various ideas. There is nothing wrong with that, as long as we understand that living for a particular belief does not alienate us from reality.
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Living is a merit, while dying is the irreversible event that affects every being. Therefore, I propose that the term ‘idea’ is fundamental in our passage through life, and we often get it right, but we can also get it wrong.
It is essential to pay attention to our organism. Taking care of ourselves means accepting our fragility, both physical and mental. In addition, when talking about care, we must also consider that the soul or spirit, which represents our existential light, also plays an important role.
However, we must always be aware that idealism is never ideal. We are beings based on imperfection, seeking the way to perfect our earthly experience with wisdom.
One of the most serious problems we face is the idea of possession, the belief that everything belongs to us within the circle in which we are involved. For example, love as a partner is an idea that we need to establish, and from there it is constantly idealised.
However, we often fail to understand that love is only one part of two parts. Our idea of love can become non-ideal, as there is not always total alignment with what we consider ideal in a relationship.
It is possible to live as a couple, but sooner or later, discomfort may arise, or even habituation, which is caused by fear of loneliness or social pressure to maintain a family bond.
At work, in education and in any social context, there will always be a personal idea about things. The important thing, I think aloud, is to be free, as long as that freedom implies the acceptance of others in our lives.
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The commitments we make to others must be based on respect for each other's original ideas. The idea must be the first step in consolidating concrete agreements, without our ideas overpowering others or vice versa.
Writing has been my idea in this hot midday of a humid and convulsed city. In this city, we all talk at the top of our voices, without listening to each other or understanding that idealism is never satisfied.
The search for an ideal can lead to frustration if we are unable to accept the imperfection of life and relationships. The key is to find a balance between our ideas and those of others, in a space where respect and understanding are fundamental.
Thus, in reflecting on the nature of ideas and their transformation into ideals, it is crucial to remember that life is a nuanced journey. Every idea that arises in our minds has the potential to become an ideal, but it also carries with it the responsibility to recognise that perfection is unattainable.
Acceptance of our own imperfection and that of others is what will allow us to move forward on this journey, enriching our experiences and relationships.
Ultimately, life is a constant process of learning and adaptation. The ideas we cultivate and the ideals we pursue must be flexible, allowing us to grow and evolve.
At the end of the day, what really matters is how we live and how we relate to the world around us, always seeking a balance between our aspirations and the reality we face.