¡Que calor espeluznante! En mis tiempos, cuando hacía calor me divertía muchísimo eso si. Épocas de bicicleta, mangueras y ojotas chinas que mojadas hacían ruidos raros al caminar. Pero en la época de verano sólo había un pensamiento fijado en mi mente. Conseguir algun dinero en la familia para comprar un paquete de Bombuchas o Bombitas. Estos globos de agua eran pequeños y tenían el pico de tamaño justo para las canillas argentinas.
En la vecindad eran verdaderas batallas, los adultos se escondían en las casas mientras las calles de mi barrio se inundaban de dos sonidos, risas y explosiones. Ruidos que se repetían en un bucle continuo hasta que el sol comenzaba a bajar. Amarillo, verde, rojo y azul; los colores de los globos de agua conquistaban el cielo. Ni los autos se salvan, cada vez que alguno osaba cortarnos la diversión de jugar en la calle era bombardeado sin misericordia. En febrero el barrio era nuestro. Sin escuela, con mucho calor y libres de los padres que aliviados nos dejaban a nuestro criterio en lo que era una actividad sana.
Algunos, los más pudientes, comenzaron a exhibir pistolas de agua costosas, enormes, importadas e imponentes. Sin embargo la fuerza popular pudo prevalecer, y más temprano que tarde guardaron las pistolas en su casa. La asimetría de fuerzas era muy evidente, los chorros de agua por más potentes que sean eran derrotados por un bombardeo implacable y constante. Quisieron vencernos con tecnología hídrica foránea de última generación, pero fueron derrotados por unos baldes llenos hasta el tope de globos ya listos.
A veces incluso caminamos algunas cuadras y buscábamos otros grupos haciendo lo mismo y nos enfrentamos pacíficamente y entre risas. Al ser más adultos, como siempre todo se arruina un poco, descubrimos que dejando el globo con ⅓ de aire al estallar contra el cuerpo producía dolor y picazón posterior. Pero una vez que esto se sumó a la dinámica el juego fue perdiendo gracia y participación, solo quedamos los más salvajes del grupo. Hasta que finalmente fue reemplazado por salidas al río con música y cosas más de preadolescente. Fueron veranos también divertidos, pero incomparables con esos rituales callejeros de barrio.
Creo que es una práctica que se está perdiendo un poco y ya no se ve tan a diario. No quiero decir que todo tiempo pasado fue mejor, soy viejo pero que no se note. Pero si es cierto que la juventud con el uso de teléfono y redes en edad temprana ya no desarrollan tantos vínculos entre vecinos ni tantos amigos fuera de la virtualidad.
ENGLISH VERSION (click here!)
What a scorcher! In my time, when it was hot, I had a lot of fun. Times of bicycles, hoses and Chinese flip-flops that made weird noises when wet when walking. But in the summer time there was only one thought fixed in my mind. To get some money in the family to buy a package of Bombuchas or Bombitas. These water balloons were small and had just the right size spout for the Argentinian faucets.
In the vicinity they were real battles, the adults hid in the houses while the streets of my neighborhood were flooded with two sounds, laughter and explosions. Noises that repeated in a continuous loop until the sun began to go down. Yellow, green, red and blue; the colors of water balloons conquered the sky. Not even the cars were spared, every time someone dared to cut our fun of playing in the street they were mercilessly bombed. In February the neighborhood was ours. Without school, with a lot of heat and free from parents who, relieved, left us to our discretion in what was a healthy activity.
Some, the more affluent, began to exhibit expensive, huge, imported and imposing water pistols. However, the people's strength prevailed, and sooner than later they kept the guns at home. The asymmetry of forces was very clear, the water jets, no matter how powerful they were, were defeated by a relentless and constant bombardment. They wanted to defeat us with state-of-the-art foreign water technology, but they were defeated by buckets filled to the brim with ready-made balloons.
Sometimes we even walked a few blocks and looked for other groups doing the same thing and confronted each other peacefully and with laughter. As we became more adults, as always everything gets a little messed up, we discovered that leaving the balloon with ⅓ of air when bursting against the body produced pain and itching afterwards. But once this was added to the dynamics the game was losing grace and participation, only the wildest of us in the group remained. Until it was finally replaced by trips to the river with music and more pre-teen stuff. Those were fun summers too, but incomparable to those neighborhood street rituals.
I think it's a practice that is being lost a bit and is no longer seen as daily. I don't want to say that every past time was better, I'm old but don't let it show. But it is true that young people, with the use of telephones and networks at an early age, no longer develop as many links between neighbors or as many friends outside the virtual world.
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