No me rendiré, cuando mis huesos resuenen al levantarme de la cama.
No me rendiré, de volver a intentar ser feliz, una y otra vez.
No me rendiré, de mirar mi país cada uno de sus días libre.
No me rendiré, de sacar lo mejor de mi y entregárselo a otro.
No me rendiré, a pasar la escoba, aún cuando arrastre los pies más que la escoba. Cuando sea capaz de sonreír, al reconocer los rostros conocidos. Mi capacidad de palabras se volverán las letras que quedaron grabadas con anterioridad en estas páginas doradas.
No me rendiré, en esta loca carrera que es la vida. Donde las cosas suceden una tras otra y nunca dejamos de aprender cada día. Hasta los golpes y porrazos se vuelven un amasijo que lavan los ojos de la vida.
Cuánto más veloz va la vida, más nos aferramos en esa cuenta regresiva que lo que nos queda. Nunca sabemos cuanto es. Miramos hacia atrás y vemos el largo camino recorrido.
No me rendiré, hasta la perfección imperfecta, de entender las cosas que no se entienden. Las que no tienen explicación, pero suceden.
Las que nos llevan por el mundo, mirando las fotografías de otros que desean ser recordados. No queremos ser olvidados y mientras tanto, nos olvidamos que no debemos rendirnos para dejar el ejemplo de los grandes hombres y mujeres que le pusieron corazón a nuestra vida misma.
Se nos olvida que lo más importante en recordar, que nunca me rendiré de levantarme cada mañana a prepararme una taza de café y a mirar la madrugada.
