ese hueco
tenía tiempo sin sentirlo
la incomodidad de estar sola
el silencio
el vacío y el eco.
recordé que era una sensación que tenía todo el tiempo cuando recién me había mudado sola.
y es curioso cómo suceden las cosas: unos 6 años después, apareció de nuevo.
de imprevisto, me saludó con una enorme sonrisa, como si me hubiese extrañado.
es extraño cómo hay sensaciones que nunca se van.
te acompañan, incluso cuando haces todo lo posible por quitártelas de encima.
todo va bien, al menos aparentemente:
te haces tu cafecito en las mañanas
escuchas un podcast mientras te preparas para irte a hacer tus cosas,
tienes un lindo día ocupado,
ves a tus amigos,
haces tus diligencias, te ocupas en lo tuyo
y de la nada, en el camino a casa, aparece ese viejo amigo que no extrañabas en absoluto.
que de amigo no tiene nada, es solo una formalidad para referirte a alguien que ya conoces desde antes.
y por mucho que intentas e intentas, no se va.
es como alguien ruidoso y molesto que le cuesta mucho apreciar el silencio,
como alguien incómodo que le cuesta entender que no quieres su compañía,
como esa persona conocida pero que evitas en la calle cruzando la acera cuando la ves.
hasta que, de repente, te la encuentras de frente
justo el día que menos te la esperas
saludas incómodo, y empieza con la cháchara
intentas cortar con una media sonrisa de cortesía diciendo que sí, muy interesante la conversación pero ya debes irte,
y te dice, casual, que va en tu misma dirección
te pone la mano en el hombro, le miras con resignación, y no te queda más que seguir caminando con su ya conocida compañía.
ese es el viejo amigo que nunca se va.