Relato: José Luis, el cotilla

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    Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: Pexels

    En un departamento ubicado en el último piso de la ciudad de Emérita, José Luis inicia sesión en su portátil. Poniéndose los audífonos y comprobando el sonido, nuestro héroe volvía su mirada hacia la ventana que daba al paisaje urbano que estaba siendo bañada por los rayos del Sol.

    Cualquiera diría que es un espía subcontratado por el gobierno de la Libre República de Poncho y Chano, pero la realidad era que José Luis era el cotilla oficial del edificio. El tipo espiaba a sus vecinos a través de los micrófonos de sus celulares, a los que accedió gracias a sus habilidades de pirata informático entrenado vía exprés por la escuela patito regentada por su compadre Eusebio. Toda la información recabada se publicaba en un blog llamado Periódico Vecinal de la Calle 4F, por supuesto protegiendo a los informantes en dado caso de que alguien esté vinculado con la mafia local, nacional o internacional.

    ¿Qué si le pagaban por ello? No, pero al menos le distraía un rato de su trabajo como ingeniero informático a distancia en una empresa extranjera.

    De repente, escuchó la voz alta de Sibila, su vecina de al lado, en los altavoces de sus audífonos. Al parecer estaba hablando con Verónica, su mejor amiga, sobre su marido Julio.

    Tomando una pluma y una libreta, empezó a apuntar todo. El chisme era una bomba, pero de esas que requerían que el propio José Luis tuviera a mano su cuenco de palomitas con mantequilla, porque aquello era un auténtico drama de proporciones inesperadamente épicas desde la perspectiva de José Luis.

    "¡No puedo creer lo que me estás diciendo, Sibila! ¡¿De verdad te fue infiel con varios vecinos de tu edificio?!", exclamó Verónica, entre estupefacta y confundida.

    "Sí, ¡y lo peor es que ni se molesta en esconder la evidencia!", le respondió Sibila con tremenda indignación.

    "¡Ay, amiga! ¡Eso me parece increíble! Julio siempre me ha parecido un caballero y un buen hombre".

    "¡Eso es lo que quiere que todos crean el muy cerdo! Pero aquí en la mano tengo la evidencia. ¡Cartas de amor, amiga! ¡Todas llenas de cochinadas!"

    Verónica gimió de la sorpresa mientras Sibila le enlistaba quienes eran los que se acostaron con su marido no una, sino varias veces: con doña Francisca y su nuera, doña Leticia; con don Adrián, el plomero del piso 10; con doña Márgara y su marido don Raúl; con Alfredo, el estudiante de economía que vivía frente a la entrada del departamento de José Luis; con doña Mariana, una viuda, madre de dos hijos; con don Pancracio, el taquero del piso 2; y con don Fernando y su esposa doña Tamara, quienes vivían al lado del departamento de José Luis.

    "Con razón anoche escuché mucha, pero mucha actividad...", musitó José Luis mientras se comía varias palomitas.

    Durante una hora escuchó todo el drama narrado por Sibila; ella juró y perjuró que se divorciaría de Julio luego de confrontarlo. Verónica le aconsejaba que no lo hiciera; que le pidiera el divorcio a la voz de ya, pues no valía la pena estar peleándose con alguien que nunca la ha respetado y que podría manipularla para que no lo abandonara.

    José Luis coincidía con Verónica; lo mejor para Sibila era divorciarse de forma directa, con evidencia en mano.

    De repente escuchó que se abriera la puerta del departamento de Sibila. Julio había regresado al departamento; al parecer no pasó la noche en casa. Sin perder tiempo, Sibila le reclama por todas sus infidelidades... Y Julio lo admitió, ¡lo admitió!

    "A la... ¡Cínico además, el muy cabrón!", exclamó José Luis en voz baja mientras Julio le decía que el alcohol lo ponía bastante cachondo, y dado que Sibila muchas veces se negaba a tener relaciones estando él en ese estado, pues acudía a los vecinos.

    Sibila no lo bajó de miserable traidor, de sujeto asqueroso, de puerco desvergonzado, de descarado. En respuesta a todos los insultos de su esposa, Julio le dijo que no lo volvería a hacer.

    La contestación de Sibila dejó a José Luis con los ojos abiertos de par en par: "Dudo mucho que cumplas tu promesa. A estas alturas, hasta de seguro te echaste también al chismoso del edificio".

    "¿Al José Luis? No... Pero no me molestaría. Me parece un tipo simpático".

    "Fuertes declaraciones, Julio. Fuertes declaraciones... Aunque hay que probar de todo un poco, digo", musitó José Luis mientras abría la página del blog para dar cuenta del chisme.

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