At times I think out loud, simply to feel accompanied. There are moments, like this one, when I enjoy listening to myself out of curiosity, to verify that there is still life in me. To dispel the deep fear that it might just be the echo of a specter.

 I don't know if there is anyone else, somewhere out there, no matter how far away, who also hears what I say. If you're listening, perhaps you might wonder if this solitude of mine is the result of fate or of my free will. A choice or a series of choices that led to a dry, salty sea, empty of relationships.

 Today, I will tell myself again the story of María Celeste . A tale about a woman who faces the inevitable, her destiny: the end of the world.

 If there is anyone out there listening, don't worry about my solitude, let me introduce myself: I am the great lonely one, the great weaver.

 En ocasiones pienso en voz alta, simplemente, por sentirme acompañada. Hay momentos como éste, en los que me gusta escucharme por curiosidad, por comprobar que todavía hay vida dentro mi. Por descartar el profundo temor de ser solamente el eco de un espectro.

 Desconozco si hay alguien más que, en algún lugar, por lejos que esté, también oiga lo que me digo. Si me escuchas, quizás, sólo quizás, te preguntes si esta soledad mía es fruto del destino o de mi libre albedrío. Una fatalidad o una suma de elecciones que desembocaron en un mar seco, salado, vacío de esas intrincadas relaciones humanas.

 Hoy me/te contaré de nuevo, la historia de María Celeste. Un cuento sobre una mujer enfrentada a lo inevitable, a su destino: el fin del mundo.

 Si hay alguien por ahí, escuchando, que no se preocupe por mi soledad, me presento: soy la gran solitaria, la gran tejedora.

 In a wasteland where the mute bird dwells, there, perched on a black branch, the cry of the red chameleon announces the inevitable. The end of the Blue Earth. On the horizon, black strands snake upwards forming an undulating curtain. Without a doubt, it is the day of the final show, it is the end of all gravediggers.

 Blue Earth was a unique planet orbiting between a Mushroom and a sea called the Sea of Rye. It was also the home of Maria Celeste. A young woman who at that precise moment was, very concentrated, with her forehead tightly pressed, looking at the window of a small store..

 Behind the reflection of her bluish figure on the clean glass, a small collection of clothes could be seen, all in short sizes: shirts, pants, skirts, and colorful dresses.

 María Celeste came into the world loaded with mysteries and a mirror that revealed the shadow. On the day of her birth, María gave us all a tremendous scare and her family too. I would even say that the Universe itself was shaken by the singularity of the event.

 One spring day, around 14:30, a beautiful baby with a tress of sky-blue hair was born. Of course, the strange thing was not the presence of that curly mop of hair. No, the unusual was yet to come, or perhaps not to come.

 The astonishing event, unexpected, occurred after her birth. After a brief wait, the expected happened. A little star left mommy's belly, first a shiny tip appeared, then the whole body. Then followed by another star, and another, and another.

 Some time passed, another time, three tense times, four times and no fifth star appeared. The looks of mom and dad met, first with amazement, then with great concern. In the Blue Earth, all girls are born accompanied by five stars... The source of all dreams, not only those that come to life in our nights, but also those daytime dreams that fill us with hope.

 The anxious parents soon calmed down, going from astonishment to tranquility. The medical team explained that the fifth star was the girl, it was María Celeste.

 Maria, the one with the four stars, grew up happily surrounded by soft caresses. She was a brilliant student, she found love and, among nooks and crannies, also happiness. That capricious lady who sometimes is there and sometimes hides.. She was a brilliant student, found love and, in hidden corners, also happiness. That capricious lady who sometimes is present and other times hides.

 Mary, the result of a quantum lapse, of an irregularity of destiny, today at 40, continues to radiate a flickering brilliance typical of the most beautiful stars. Brightness and splendor that only the one-eyed and blind of heart are unable to behold.

 En un páramo donde habita el pájaro mudo; el grito del rojo camaleón anuncia lo inevitable. El fin de la Tierra Azul. En el horizonte, negros mechones serpentean hacia lo alto formando una cortina ondulante. Sin duda, es el día del último espectáculo, llega el final de todos los enterradores.

 La Tierra Azul era un planeta singular que orbitaba entre un Hongo y un mar llamado del Centeno. También era el hogar de María Celeste. Una joven que en ese preciso instante se encontraba, muy concentrada, con la frente apretada, ojeando el escaparate de un pequeño comercio.

 Detrás del reflejo de su figura azulada sobre el limpio cristal, se puede ver una pequeña colección de prendas, todas de talla corta: camisas, pantalones, faldas y vestiditos de colores.

 María Celeste llegó al mundo cargada de misterios y un espejo que delataba a la sombra. El mismo día de su nacimiento, María nos dio un susto tremendo y a su familia más. Diría que hasta el Universo se estremeció por lo extraordinario del suceso.

 Un día de primavera, sobre eso de las 14:30, vino al mundo un hermoso bebé con un mechón de pelo azul celeste. Claro, lo extraño no era la presencia de esa mata de pelo acaracolada. No, lo insólito estaba por llegar, o quizás por no llegar.

 El suceso asombroso, por inesperado, sucedió después de su alumbramiento. Tras una breve espera, lo previsible ocurría. Una pequeña estrella abandonaba el vientre de mamá, primero asomó una brillante punta, después el cuerpo entero. Después le siguieron otra estrella, y otra, y otra.

 Transcurrió un rato, otro rato, pasaron tres tensos ratos, cuatro ratos y no asomó ninguna quinta estrella. Las miradas de papá y mamá se cruzaron, primero con asombro, después con gran preocupación. En la Tierra Azul, todas las niñas nacen en compañía de cinco estrellas… La fuente de todos los sueños, no sólo de los que cobran vida en nuestras noches, también, de aquellos diurnos que nos colman de esperanza.

 No tardaron en calmarse los angustiados padres, pasando del estupor a la tranquilidad. El equipo médico les explicó que la quinta estrella era la niña, era María Celeste.

 María, la de las cuatro estrellas, creció feliz rodeada de suaves caricias. Fue una estudiante brillante, encontró el amor y, entre recovecos, también, la felicidad. Esa señora caprichosa que en ocasiones está y en otras se esconde.

 María, fruto de un lapsus cuántico, de una irregularidad del destino, hoy por hoy, con 40 años, continúa irradiando un parpadeante resplandor propio de los astros más hermosos. Brillo y esplendor que sólo los tuertos y ciegos del corazón son incapaces de contemplar.