Una vida sin prisas ✨ | A life without haste

in voilk •  14 hours ago

    En estos últimos meses, mi vida ha transcurrido en un ritmo frenético, como si estuviera constantemente corriendo contra el tiempo, tratando de alcanzar metas, cumplir expectativas y abarcar todo lo que creía necesario para avanzar. Sin darme cuenta, me sumergí en una vorágine de actividades y responsabilidades, olvidándome de que este cuerpecito, este templo que sostiene mi existencia, también necesita pausas, cuidados y, sobre todo, descanso. Parecía que mi prioridad era llegar a algún lugar, aunque ni siquiera tenía claro a dónde quería llegar exactamente. Estaba atrapada en un ciclo que, aunque lleno de movimiento, me estaba alejando de algo fundamental: el presente.

    La prisa, ese afán constante de alcanzar "algo", de lograr "todo", comenzó a consumirme de una manera tan sutil que no lo noté al principio. Mis días estaban llenos, pero mi corazón vacío. Tenía una lista interminable de tareas, metas, sueños y responsabilidades que cumplía sin cuestionar, como si fueran un mandato ineludible. En ese afán, me olvidé de escucharme, de observar las señales que mi cuerpo y mi alma me estaban dando. Me sentía cansada, pero seguía adelante. Me sentía desconectada, pero no me detenía. Me decían que descansara, que me cuidara, pero no escuchaba, porque estaba demasiado ocupada siendo "productiva".

    Fue entonces cuando algo dentro de mí hizo una pausa, como si mi alma me gritara para que despertara de este frenesí. Reflexioné profundamente, y me di cuenta de que este ritmo acelerado no me estaba llevando hacia la felicidad, sino más bien hacia el agotamiento. Vivir con tanta prisa me impedía disfrutar de las pequeñas cosas, esos detalles simples y hermosos que nos regala la vida todos los días: un atardecer, el aroma del café recién hecho, el sonido de la risa de alguien querido. Al vivir tan enfocada en el "después", estaba descuidando el "ahora", perdiéndome del único momento que realmente tengo: el presente.

    Esa reflexión me llevó a replantear mis prioridades, a preguntarme qué es lo que realmente importa. Me di cuenta de que no quiero vivir una vida de constantes prisas, donde los logros son solo marcas en una lista y no momentos para saborear. Quiero disfrutar cada paso, incluso los más pequeños. Quiero vivir con calma, con atención plena, sintiendo cada respiro, cada latido, cada instante.

    Entendí que descansar no es una pérdida de tiempo, como solía pensar, sino una manera de honrar mi cuerpo y mi mente. Aprendí que hacer pausas no significa rendirse, sino recargar fuerzas para seguir avanzando con mayor claridad y propósito. Y, sobre todo, comprendí que no necesito correr todo el tiempo para sentirme valiosa o para demostrarle algo al mundo. A veces, el mayor acto de amor propio es detenerse, respirar profundo y permitirse simplemente ser.

    Ahora, estoy en un proceso de reconciliación conmigo misma. Me permito momentos de pausa, disfruto del silencio y trato de estar presente en cada cosa que hago. He decidido caminar en lugar de correr, porque la vida no es una carrera, sino un recorrido que merece ser disfrutado. Quiero sentir cada paso, agradecer cada día y, sobre todo, vivir plenamente, sin dejar que las prisas me roben la magia del presente.

    English

    In these last few months, my life has been going at a frenetic pace, as if I were constantly racing against time, trying to reach goals, meet expectations, and encompass everything I thought necessary to move forward. Without realizing it, I was immersed in a whirlwind of activities and responsibilities, forgetting that this little body, this temple that sustains my existence, also needs breaks, care, and, above all, rest. It seemed that my priority was to get somewhere, although I wasn't even clear where I wanted to get to exactly. I was trapped in a cycle that, although full of movement, was taking me away from something fundamental: the present.

    The rush, that constant desire to achieve "something," to achieve "everything," began to consume me in such a subtle way that I didn't notice it at first. My days were full, but my heart was empty. I had an endless list of tasks, goals, dreams, and responsibilities that I fulfilled without question, as if they were an inescapable mandate. In that rush, I forgot to listen to myself, to observe the signals my body and soul were giving me. I felt tired, but I kept going. I felt disconnected, but I didn't stop. They told me to rest, to take care of myself, but I didn't listen, because I was too busy being "productive."

    That's when something inside me paused, as if my soul was screaming at me to wake up from this frenzy. I reflected deeply, and realized that this accelerated pace was not leading me to happiness, but rather to exhaustion. Living in such a hurry prevented me from enjoying the little things, those simple and beautiful details that life gives us every day: a sunset, the aroma of freshly made coffee, the sound of someone's laughter. By living so focused on the "after," I was neglecting the "now," missing the only moment I really have: the present.

    That reflection led me to rethink my priorities, to ask myself what really matters. I realized that I don't want to live a life of constant rush, where achievements are just checkmarks on a list and not moments to savor. I want to enjoy every step, even the smallest ones. I want to live calmly, with full attention, feeling every breath, every heartbeat, every moment.

    I understood that resting is not a waste of time, as I used to think, but a way to honor my body and mind. I learned that taking breaks doesn't mean giving up, but rather recharging my strength to continue moving forward with greater clarity and purpose. And, above all, I understood that I don't need to run all the time to feel valuable or to prove something to the world. Sometimes, the greatest act of self-love is to stop, take a deep breath, and allow yourself to simply be.

    Now, I am in a process of reconciliation with myself. I allow myself moments of pause, I enjoy silence, and I try to be present in everything I do. I have decided to walk instead of run, because life is not a race, but a journey that deserves to be enjoyed. I want to feel every step, be grateful for every day and, above all, live fully, without letting the rush steal the magic of the present.

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