Among the many icons that define and at the same time determine the invaluable cultural treasure that is the historical-artistic heritage of a city like Madrid, I have no doubt that the magnificent sculpture of the Goddess Cibeles, which stands out in that comparative labyrinth formed by the Prado Walk, the Recoletos Walk, the Alcalá Street and the Gran Vía Street, takes the cake.
Based on the famous classical model of Phidias and his splendid Cibeles of Ctesinonte, its elegance, its majesty and its strong charge of esoteric mystery make this work, whose original design is due to the architect Ventura Rodríguez and its execution to several designers of the time, who worked in unison on the different elements of its ornamentation, possess a magnificent magnetism, which, from any point of view, does not go unnoticed at all.
Furthermore, if we consider the media surveillance that it exercises over some of the most unique buildings in Madrid, such as the Bank of Spain - a tradition insists on placing, just below the Cibeles fountain, a small island, where the treasure of this side would actually be, if there is still anything left - the Telecommunications Palace - current headquarters of the City Hall - and one of the supposedly most haunted buildings in the capital of Spain: the Linares Palace and its famous ghost of the girl Raimunda.
Dentro de los numerosos iconos que definen y a la vez determinan el inestimable tesoro cultural que es el patrimonio histórico-artístico de una ciudad como Madrid, no tengo la menor duda de que la magnífica escultura de la Diosa Cibeles, que campea en ese comparativo laberinto formado por el Paseo del Prado, el Paseo de Recoletos, la calle de Alcalá y la Calle de Gran Vía, se lleva la palma.
Basada en el famoso modelo clásico de Fidias y su espléndida Cibeles de Ctesinonte, su elegancia, su majestuosidad y su fuerte carga de esotérico misterio, hacen, de esta obra, cuyo diseño original se debe al arquitecto Ventura Rodríguez y su ejecución a varios diseñadores de la época, que trabajaron al unísono en los diferentes elementos de su ornamentación, la posesión de un magnífico magnetismo, que, desde cualquier punto de vista, no pasa, en absoluto, desapercibido.
Más aún, sin se considera que esa vigilancia mediática que ejerce sobre algunos de los edificios más singulares de Madrid, como el Banco de España -una tradición insiste en situar, justo debajo de la fuente de la Cibeles, un pequeño islote, donde estaría, en realidad, el tesoro de este bando, si es que todavía queda algo- el Palacio de Telecomunicaciones -actual sede del Ayuntamiento- y uno de los edificios, supuestamente, más embrujados de la capital de España: el Palacio de Linares y su famoso fantasma de la niña Raimunda.
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