¿Qué es lo más caro que he comprado? Bueno, esta es una pregunta algo difícil, por aquello de la subjetividad. No obstante, sin duda, en mi caso, la mayor inversión fue la compra de nuestro hogar. Y doy gracias a Dios por esto. Fueron más de 25 años de arduo trabajo y sacrificios para lograrlo. Pero, supongo que por allí no va la pregunta, o ¿sí?

Estarás de acuerdo conmigo que, para la mayoría de las personas, comprar una vivienda es la máxima prioridad: un lugar seguro en donde resguardarse y descansar con la familia. Incluso, desde el punto de vista financiero, la vivienda representa, en sí, también una reserva de valor, una expresión patrimonial. Claro, también implica gastos de operación y mantenimiento en el mundo moderno, más si vives en una gran ciudad, en un conjunto residencial de propiedad horizontal. Los gastos nunca acaban. Quizás vivir en el campo, en una zona rural, sea más económico, aunque conlleve renunciar a muchas bondades y comodidades.

En todo caso, sospecho que la intención de la propuesta de nuestro amigo @ericvancewalton en su edición número 43 de las Memorias del lunes va, por otro lado. Tal vez, el otro objeto que encaje en la pregunta sea la adquisición de un vehículo. Sí, cómo, ¿no? Recuerdo cuando compré mi primer vehículo, en virtud a la buena fortuna en el juego de azar, al regalo monetario de mi padre y a mi propio endeudamiento para tal fin. Me dio felicidad, pero también despertó, en aquel entonces, la envidia malsana en algunos compañeros de trabajo, que me generaron ciertos inconvenientes y malos ratos.

No. Creo que estos no los podría considerar de caros. Más bien, como justos y necesarios.

Por otro lado, siempre me he manejado por la sabia expresión popular de que lo barato, al final sale caro. Empero, esto no significa que, en consecuencia, siempre yo opte por comprar la ropa y el calzado de marca exclusiva. Al contrario, yo busco un equilibrio, yendo en ocasiones a la caza de remates de los mismos, ya sea por fin de temporadas, o porque no sean del gusto de la mayoría. Siempre y cuando la juzgué de calidad. Ahora, hay muchas malas imitaciones que terminan drenando tus bolsillos.

Recuerdo, la vez que, llegando al aeropuerto de San Paulo – Brasil, en la zona del Duty Free, vi en la estantería de una tienda, un reloj Omega Seamaster, uno similar al usado por el famoso espía británico interpretado por Daniel Craig. La tentación de adquirirlo por más de 4.000 dólares fue grande. Faltó poco para cometer tal grosería en virtud de mi capacidad y sentido común. La sensatez volvió a mí, y desistí, pensé en mis prioridades y las de mi familia. No obstante, días después, durante una caminata por la ciudad, adquirí en un mercado asiático, una hermosa réplica (edición 50 aniversario de James Bond) por un precio aproximado de 200 dólares. Para ser honesto, si lo he usado cinco veces en la última década, es mucho. El reloj está como nuevo. Funciona a la perfección, si solo sí, logras ajustarlo a la hora. Tiene un juego molesto e impreciso en las manecillas que exaspera. Ves, los inconvenientes con que tienes que lidiar cuando compras imitaciones. En cambio, mi reloj Casio tipo Rolex de cuarzo, o el Seiko 5 de pulso; además de bonitos y muy parecidos, trabaja sin inconveniences.