Capítulo 1: La Arrogancia del Poder
Siempre supe que era especial. Desde que entré en el banco, me distinguí por mi astucia, mi capacidad para leer a las personas y mi habilidad para venderles lo que no necesitaban.
Los clientes eran como piezas de un tablero de ajedrez y yo, la maestra que los movía sin que se dieran cuenta. Me encantaba ver cómo firmaban contratos sin leer, cómo confiaban ciegamente en mis palabras. Era fácil, demasiado fácil. Y eso me hacía sentir superior, ¡MUY SUPERIOR!.
Cuando me ascendieron a directora general de una sucursal regional, la arrogancia se apoderó de mí. Cinco bancos municipales bajo mi mando. ¡Cinco! y de un plumazo.
Me sentía invencible, como si el mundo estuviera a mis pies. Pero con el poder llegó la presión. Ahora no era una empleada más; era la cara visible de la institución. Tenía que verme impecable, joven y sobre todo, muy elegante. La competencia era feroz y no podía permitirme flaquear.
Capítulo 2: La Obsesión
Comencé a obsesionarme con mi apariencia. Los productos de belleza ya no eran suficientes. Necesitaba algo más, algo que me devolviera la juventud que sentía se escapaba producto al estrés laboral y el paso del tiempo, pues a mis 40 parecía de 50 y eso no era aceptable, la grasa abdominal se estaba acumulando y mis brazos se volvían flácidos.
Pasé horas en redes sociales, buscando clínicas de estéticas, leyendo comentarios y comparando precios, no iba yo, conociendo el sector, pagar más de lo necesario a menos que lo valiese.
Finalmente encontré una muy recomendada, con fotos de "antes y después", profesionales con más de 15 años de experiencia, un montón de títulos, agradecimientos de pacientes y muchos premios recibidos, esta es sin duda alguna, una clinica a la altura de una diva como yo.
Pedí cita y sin dudarlo, gasté todos mis ahorros y acumulé una deuda de 120,000 dólares con mi propio banco. ¿Qué importaba? Soy directora regional y el dinero volvería a mí en un abrir y cerrar de ojos.
El día de la cirugía, estaba eufórica. Botox y liposucción en una sola sesión. No tenía tiempo para consultas mútiples y largas. Todo se hizo con mucha discreción, el trato amable del equipo era impecable, no paraban de adularme, de decirme lo bella que era y lo magnánime que sería mi apariencia al terminar la operación.
Pasé 4 largas horas en quirófano y 2 más en recuperación. Al salir de la clínica, me sentía renovada, lista para conquistar el mundo.
Al día siguiente, el dolor comenzó.
Un dolor agudo, insoportable.
Intenté ignorarlo y fui a trabajar como de costumbre.
Dos días después, me desmayé en medio de una reunión.
Capítulo 3: Las consecuencias
Desperté en el hospital, con tubos por todas partes. Diagnóstico: envenenamiento por botox mal aplicado y complicaciones graves por la liposucción. Mi vida pendía de un hilo.
Pasé semanas en estado crítico, mientras la policía iniciaba una investigación. No podían interrogarme; estaba demasiado débil. Cuando finalmente pude hablar, les conté todo. Pero el daño ya estaba hecho.
El banco, al enterarse de mi deuda y de cómo había malgastado mis ahorros, me despidió. Me dieron tres años para pagar la deuda o perdería todo. Mi mundo se derrumbó. No solo tenía que lidiar con las secuelas físicas y psicológicas de la cirugía, sino también con la angustia de una deuda que parecía imposible de pagar.
Capítulo 4: El Resurgir
Un año después, físicamente recuperada pero aún con dolores, encontré trabajo en un fondo de inversión de pequeño tamaño; pero buena base de clientes.
Como mi salario no era suficiente para pagar la deuda en dos años, decidí ponerme manos a la obra.
Comencé a investigar a los clientes, uno por uno, etiquetándolos y estudiando sus finanzas. Les ofrecí inversiones "suculentas", promesas de grandes ganancias fuera de los registros oficiales para que no tuvieran que pagar impuestos y es que, con mi experiencia en el banco fue muy fácil engañarlos y manipularlos para que confiaran en mi, aún me ría de la cantidad de papeles burocráticos que les tuve que mostrar para hacerles perder el miedo a una posible evasón fiscal, echo esto y en tan solo 8 meses acumulé 580,000 dólares.
Pagué la deuda con el banco y me sumergí en la extravagancia y los lujos.
Esta vez, ¡ La loba !, era yo.
Me sentía invencible de nuevo. Pero la euforia no duró mucho.
La junta directiva de la empresa descubrió mis estafas muy rápidamente. Fui arrestada y llevada a juicio.
Intenté manipular la situación, presentarme como víctima, pero no funcionó.
Capítulo 5: El último aliento
En prisión, me diagnosticaron cáncer, como consecuencia de la liposucción. Utilicé mi enfermedad como otra herramienta de manipulación, escribiendo cartas a abogados y medios, presentándome como una víctima del sistema. Pero el tiempo pasó y mi estado empeoró.
Cinco años después, decidí contar mi historia completa en una carta a los medios. Quería controlar el relato, asegurarme que mi legado no fuera el de una estafadora, sino el de una mujer que luchó contra las circunstancias y ganó.
Pero en el fondo, sabía la verdad. Había sido mi arrogancia, mi obsesión, mi ambición desmedida lo que me había llevado a la ruina. Y ahora, en mi lecho de muerte, solo me quedaba el desprecio por mí misma y el miedo a ser recordada como lo que realmente era:
Una narcisista que sacrificó todo por la ilusión de la perfección.
Epílogo: El Legado
La carta fue publicada, pero no tuvo el impacto que esperaba y 'la loba', murió en prisión poco tiempo después.
Los medios la recordaron como una estafadora, una manipuladora que finalmente pagó por sus crímenes.
Espero que la historia sirva como advertencia, un recordatorio de que la ambición desmedida y la obsesión por la belleza pueden llevar a cualquier persona a la más absoluta ruina.
Autoría: @globalcontent
Género: Drama psicológico
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