Relato: Essa

in voilk •  2 months ago

    "Tengo hambre...", murmuró Essa Drosshelmeier en medio de una muchedumbre.

    Era una noche estrellada del año 1855 en una residencia veraniega ubicada en la campiña inglesa. En dicha residencia estaba celebrándose el cumpleaños de la señora de la casa, cuya familia era una de las más influyentes de Inglaterra.

    Dama de sociedad casada con un banquero, Essa se sentía aburrida, hambrienta e ignorada por su marido, quien parecía divertirse mucho platicando con algunos conocidos; por su parte, ella se encontraba escuchando a una mujer que estaba platicándole sobre... ¿Qué era?, ni ella lo recordaba.

    Rezó con que la señora terminara de hablar para poder retirarse y buscar algún aperitivo que le ayudara a aguantar el hambre.

    El sonido de su estómago la delataba. ¿Qué horas eran?, ¿las 9?, ¿las 10? No le interesaba en absoluto la hora. Tenía que encontrar el modo de saciar su hambre.

    Sin embargo, el hambre fue olvidado pronto cuando vio entrar a la amante de su marido, Elizabeth Van Der Belt, acompañada de su otro amante, Cassius Brown. Una mezcla de indignación e ira nació en su interior cuando le vio acercarse al grupo donde se encontraba su marido.


    Fuente de la imagen: Pexels

    "¿Cómo se atreve?", musitó.

    "Oh, querida... Así son todos los hombres", dijo una señora con consuelo. "Siempre buscan novedades una vez que la esposa les cansa".

    "¿Ah, sí...? Ya veremos quien se cansa".

    Dicho eso, se acercó a uno de los sirvientes y le arrebató la botella de champaña. Luego se acercó hacia donde estaba su marido, quien platicaba muy extasiado con Elizabeth; la gente estaba entretenida en sus grupos como para prestar atención al caos a punto de desatarse.

    Los murmullos de la gente pronto se transformó en silencio sepulcral cuando Essa le aporreó la botella a Archibald Drosshelmeier en la cara ante la mirada aterrorizada de Elizabeth y otros invitados, derribándolo en el suelo.

    Como si la diosa de la furia tomara posesión de su cuerpo, Essa se quitó uno de los zapatos y se abalanzó encima de Elizabeth. Los invitados intentaron separarla de Elizabeth, pero Essa se defendió a patadas y puñetazos; una de las patadas fue dirigida hacia la cara de Archibald, quien de nueva cuenta aterrizó en el suelo.

    "¡Déjenme! ¡Déjenme, que me la voy a agarrar a golpes a esa maldita malparida desgraciada!", gritó Essa con furia.

    "¡Suficiente!", exclamó una voz atronadora.

    Essa paró en seco. Los invitados dieron paso a un hombre de cabello castaño oscuro, ojos azules y de elegantes atavíos oscuros; a su lado se encontraban una mujer de cabellera rubia, ojos grisáceos y vestidos azules, y otra mujer más joven.

    "¿Se puede saber qué demonios está ocurriendo aquí?", fue lo primero que preguntó la mujer rubia.

    Essa, visiblemente apenada por la situación, tragó en seco y respondió: "P-perdónenme, lady Clarissa, sir Robert, señora Valois. Yo... Yo me dejé llevar por mis emociones... ¡Pero esta mujer... Esta puta malparida...!"

    Sir Robert Fairchild levantó la mano en señal de silencio y le dijo: "Entiendo, señora Drosshermeier. Es incómodo estar bajo el mismo techo con la amante de su marido, pero esa no es la forma de confrontarla, mucho menos el lugar apropiado para ese tipo de situaciones".

    Archibald, quien fue ayudado a ponerse de pie, musitó con vergüenza una disculpa por el comportamiento de Essa, pero lady Clarissa Fairchild, mirándolo con frialdad escalofriante, le dijo: "No puedo culpar a su esposa de comportarse así, señor Drosshermeier; he notado las miradas furtivas entre usted y la señora Van Der Belt desde que ella llegó a la fiesta"

    Archibald se sintió incómodo ante las palabras de lady Clarissa, quien añadió: "Le sugiero, señor Drosshermeier, que si no quiere pasar más vergüenza pública de la que merece por sus infidelidades, hable con su esposa en privado. O mejor aún: divórciese de ella. No tiene sentido tener una esposa si va corriendo a los brazos de otra, ¿no cree?".

    "Tiene razón: tenemos que hablar, Archie", dijo Essa con determinación. "Ahora".

    Archibald se limitó a asentir con la cabeza, sabiendo que era necesario hablar para aclarar la situación y tener una solución ante la crisis matrimonial que llevaba desarrollándose desde el cuarto mes de casados.

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