Hoy fue uno de esos días donde la vida te cambia los planes pero estos resultan siendo mejor de los que tú tenías. Verán, una muy querida amiga me invitó a su casa para una tarde de películas ya que no nos veíamos desde el 31 en la mañana. El caso es que llegué a su casa y mientras la película se cargaba nos pusimos a hacer palomitas de maíz.
Ya íbamos a sentarnos cuando la llamó una amiga para ofrecerle un trabajo de inmediato porque era el cumpleaños de su hija y se suponía que su prima iba a animar la “fiesta” pero surgió un imprevisto y no pudo ir. Mi amiga como excusa dijo que tenía visita en su casa (osea yo) y la muchacha le dijo que la ayudáramos las dos y que también me paga a mí. Lógicamente aceptamos y nos fuimos. Íbamos planeando todo en el camino, los juegos y todo eso. Sin embargo como dije en un principio, la vida te cambia los planes. Cuando llegamos empezó a llover. Pero rápido se me ocurrió contarles un cuento improvisado que les gustó tanto que solamente se escuchaban las risas. Al final el día estuvo súper genial, pero me inspiró para contarles ese cuento aquí y que ustedes se lo lean a los más pequeños de la casa (Cabe acotar que no lo recuerdo a la perfección pero sí más o menos). El título que le puse fue:
Había una vez un pequeño coco que desde que estaba en la palmera más alta de todas, quería llegar a estar en el concurso de cocos esculpidos. Lo veía muy imposible de cumplir ya que se decía a si mismo que guindado en esa palmera no podría llegar a ningún lado, por eso iba a luchar por caer de la palmera ya que tampoco quería esperar a que alguien lo eligiera.
Se tambaleaba con todas sus fuerzas para caerse de ahí como fuera, llegar al piso y rodar todo ese camino hasta llegar al concurso. En su mente eso era más fácil que en la vida real, pero él decía que si estaba en su pensamiento podía estar en su realidad.
Así pasaron los días hasta que desanimado decidió no volver a intentar caerse. Para que los demás cocos no supieran que se sentía triste, comenzó a fingir que estaba entusiasmado. Una ardilla que pasaba por ahí dejó caer una nuez sobre él sin querer y de pronto, el coco empezó a sentirse cada vez más y más pesado; no entendía que estaba sucediendo hasta que notó que por sus huecos comenzaba a salir mucha agua.
La palmera que ya había visto todo desde que estaba plantada y sabía lo que sucedía, le dijo:
No debes asustarte de que esa agua esté saliendo; al contrario, si la hubieses dejado dentro de ti más tiempo te hubiese empezado a dañar por dentro cada día más.
Ninguno de los otros cocos he visto que botan tanta agua como yo. ¿Cómo es que ellos no se han dañado por dentro?
Lo que tus ojos no ven, no significa que no exista. Todos tienen agua dentro de ellos, pero el que vacía el agua cuando se está llenando, no llegará a sentirse tan pesado. ¿Cómo te sientes ahora después de haberte vaciado?
La verdad, sí me siento mejor que antes. Pero ahora que estoy vacío, siento que me será más difícil llegar hasta donde quiero.
Si crees en ti y aprendes cada lección, llegará mucho más lejos de lo que ves que llega el sol.
En ese momento un fuerte ventarrón comenzó a soplar, y la palmera a su ritmo se dejó llevar. Cuando la palmera se dobló tanto, el coco se desprendió de ella y comenzó a rodar hasta donde quería llegar.
En el camino, conoció a muchos frutos y también a otros cocos que ya no estaban en una palmera. Les preguntó entonces a dónde debía ir para encontrar a quien esculpía los cocos, y todos le dijeron la misma respuesta. Debía atravesar un largo camino que a lo largo de él se convertía en muchos más y él sería el encargado de decidir por dónde ir.
Así pasó el tiempo y al llegar al concurso sentía muy triste; y es que los caminos por donde se metía, eran los que lo esculpían. Pero tomó caminos que no debía y salía de una forma que no quería. No sabía qué esperar al respecto y cuando llegó el momento de verlos a todos se sentía muy observado pero nervioso porque cada uno lo veía de una forma diferente.
Cuando nombraron al ganador, fue nuestro amigo el coco el que ganó. Intrigado preguntó porqué, si el mismo escuchó que cada fruto lo veía como algo distinto y además no estaba esculpido perfectamente. El jurado le respondió
Cada fruto en esta tierra te verá como quiera verte, y la verdadera perfección está cuando no buscas parecerte a nadie.
Today was one of those days where life changes your plans but they turn out to be better than what you had in mind. You see, a very dear friend invited me to her house for an afternoon of movies since we hadn't seen each other since the 31st in the morning. The thing is that I arrived at her house and while the movie was loading we started making popcorn.
We were about to sit down when a friend called her to offer her a job immediately because it was her daughter's birthday and her cousin was supposed to host the “party” but something came up and she couldn't go. As an excuse my friend said that she had a visitor at her house (meaning me) and the girl told her that we could both help her and that she would also pay me. Logically we accepted and left. We were planning everything on the way, the games and all that. However, as I said in the beginning, life changes your plans. When we arrived it started to rain. But quickly I had the idea to tell them an improvised story that they liked so much that they could only hear the laughter. At the end of the day it was super cool, but it inspired me to tell you that story here so that you can read it to the little ones at home (it is worth mentioning that I don't remember it perfectly but I remember it more or less). The title I gave it was:
Once upon a time there was a little coconut that wanted to be in the competition of sculpted coconuts since he was in the tallest palm tree of all. He thought it was impossible to achieve this goal because he told himself that he could not get anywhere hanging on that palm tree, so he was going to fight to fall from the palm tree because he did not want to wait for someone to choose him.
He was staggering with all his might to fall out of there any way he could, get to the ground and roll all that way until he got to the contest. In his mind that was easier than in real life, but he said that if it was in his thinking it could be in his reality.
So the days went by until, discouraged, he decided not to try to fall again. So that the other coconuts wouldn't know he was feeling sad, he began to pretend he was excited. A squirrel passing by dropped a nut on him unintentionally and suddenly, the coconut began to feel heavier and heavier; he did not understand what was happening until he noticed that a lot of water was coming out of its holes.
The palm tree, which had already seen everything since it was planted and knew what was happening, said to him:
On the contrary, if you had left it inside you any longer, it would have begun to damage your insides more and more every day.
None of the other coconuts I've seen that shed as much water as I do. How come they haven't been damaged on the inside?
What your eyes don't see doesn't mean it doesn't exist. They all have water inside them, but the one that empties the water when it's filling up won't get to feel so heavy. How do you feel now after you've emptied yourself?
Actually, I do feel better than before. But now that I'm empty, I feel it will be more difficult for me to get to where I want to go.
If you believe in yourself and learn every lesson, it will go much further than you see the sun going.
At that moment a strong gale began to blow, and the palm tree in its rhythm let itself go. When the palm tree bent so much, the coconut broke loose from it and began to roll as far as it wanted to go.
On the way, it met many fruits and also other coconuts that were no longer in a palm tree. He then asked them where he had to go to find the one who carved the coconuts, and they all told him the same answer. He had to cross a long road that along it became many more and he would be in charge of deciding where to go.
Time went by and when he arrived at the contest he felt very sad; and the fact is that the roads he took were the ones that sculpted him. But he took roads he shouldn't have and went out in a way he didn't want to. He didn't know what to expect and when the time came to see them all, he felt very observed but nervous because each one saw him in a different way.
When the winner was named, it was our friend the coconut that won. Intrigued he asked why, if he himself heard that each fruit looked different and was not perfectly sculpted. The jury answered
Every fruit on this earth will see you as it wants to see you, and true perfection is when you do not seek to look like anyone else.