En la densidad de los recuerdos, el corazón late despacio,
enciende una chispa de nostalgia que no se apaga.
Se desdibuja el rostro de la memoria,
se desvanecen los colores y el eco de las risas
se desvanece en la distancia.

El tiempo se desliza como el agua entre los dedos,
y los momentos se desvanecen como hojas en el viento.
Nos aferramos a los susurros del pasado,
intentando atrapar lo efímero en nuestras manos.

Pero la vida es un río que fluye sin detenerse,
arrastrando consigo los recuerdos que se desvanecen.
El olvido nos acecha como una sombra silenciosa,
esperando el momento oportuno
para arrebatarnos lo que amamos.

Quien se olvida, se muere un poco cada día,
se marchita como una flor sin agua ni luz.
Por eso guardo en lo más profundo de mi ser cada instante compartido,
cada palabra dicha.

No permitiré que el tiempo borre tu huella en mi alma,
que el olvido se lleve lo que tanto amo.
Porque sé que en el recuerdo eterno es donde habita
la verdadera inmortalidad.

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