Querida Virginia:
Hoy es marzo de 2025. En el mundo hay guerras, crisis y luchas por la igualdad. Hemos avanzado, pero no tanto. Tu voz, Virginia, sigue siendo necesaria. En "Una habitación propia" escribiste: "No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente". Tu frase es un grito, es resistencia. Hoy, como ayer, hay quienes quieren silenciar a las mujeres. Cómo sí tan fácil fuera.
Pienso en tu familia, los Stephen. Talentosos, complicados. La muerte de tu madre, Julia, te marcó como solo puede marcar a alguien la muerte de su madre. Lo entiendo. La ausencia duele. Pero encontraste refugio en tu hermana Vanessa. Y en el grupo de Bloomsbury. Allí floreciste. Allí fuiste libre.
Tu padre, Leslie Stephen, fue una figura difícil. Su carácter era severo. Pero su biblioteca un refugio. De él heredaste el amor por las palabras. Aunque no siempre fue fácil, influyó en tu camino.
Y luego está Leonard. Tu esposo. Juntos soñaron y crearon Hogarth Press. Fue un espacio para tu voz. Un lugar donde pudiste ser tú misma. Pero la enfermedad mental siempre estuvo ahí. En tus diarios hablas de la lucha entre la creatividad y la depresión. Esa batalla es íntima.
Por más que lo pienso, Virginia, tu vida fue una mezcla de fragilidad y fuerza. Lo veo en tus libros. En "Orlando", por ejemplo, escribiste: "La misma persona, no hay duda alguna. Pero diferentes en el sexo". Esa idea cambio a mucha gente. Porque hizo ver que la identidad es fluida. Que somos más que etiquetas.
Tu suicidio en 1941 me duele. Sé que el dolor te abrumó. Entiendo que la guerra, la enfermedad y la oscuridad te llevaron a tomar esa decisión.
No puedo sacarme de la cabeza la idea de imaginarte con las manos llenas de piedras recogidas en el lecho del río y colocadas en los bolsillos de tu traje. Querías irte y te fuiste. La tarde se posó en tus ojos como un ave triste mientras te hundías para siempre en la eternidad.
Pero, Virginia, ¿no crees que el mundo necesitaba más de ti? Tus libros han sido consuelo para muchos. Han inspirado a generaciones. ¿No era eso suficiente para quedarte?
Me habría gustado tanto que entonces hubiera encontrado un rayo de esperanza. Que hubieras visto, como yo lo veo ahora, que tu vida fue un regalo. Que tus palabras siguen vivas y que tu luz sigue aquí donde reina la oscuridad de tiempos duros y amargos.
Gracias, Virginia. Por todo lo que nos diste. Por tu valentía. Por tu honestidad. Por enseñarnos que en la luz hay belleza.