La luna, esta vez, la emana el laser de un restaurante. Le declaro mi amor a una musa que sonríe y no dice nada, pero disfruta mi sonora poética.
Tras unos días, finjo que los demonios que se escapan de mi cordura no tienen razón esta vez, no puede ser cierto lo que presiento y presencio en aquel mismo lugar.
Dicen que aquello que creemos se convierte en nuestra verdad, así no sea la realidad, mas ato los cabos sueltos de la simbiosis de aquellas dos perspectivas y la única inocencia que existe es la mía.
La vi, estaba hablando con otra persona mientras ambos devoraban un postre. En aquella mesa no existía ningún ademán de cariño, no había una proximidad imprudente de sus cercanías, tampoco había nada en su mirada avellana que buscara algún abrigo de la presencia que no era mi compañía, pero sí había un extraño apetito.
Lo curioso fue que sólo me bastó que se virara la cara en dirección opuesta de mi llegada para omitirme y con ello supe que el dulce que degustaban era el circo de dos animales adiestrados para omitir un gran truco.
El aplauso sonó por dentro de mí, hay serpentinas en el aire y los gritos son eufóricos, a pesar que el acto consiste en dos personas haciéndose los locos, o actuando normales sobre sus sillas, moviéndose muy poco, sudando mucho, pese al frio de sus cautas indiferencias y viendo sus celulares para despistarnos de sus verdaderos talentos.
En realidad, yo no soy el más hábil detective, mucho menos poseo un don de brujo sobre el auguro del futuro, pero al verles incómodos por mi saludo, noté como las ilusiones se hundían sobre el gran iceberg que nos sostenía a los tres.
Tiene que haber mucho talento en pretender no hacer nada para que, justamente, hacer nada se vea natural, pero este no era el caso, eran pésimos actores, o yo un terrible espectador para juzgar que lo que ocurría era antinatural.
Lo pienso mucho y quizás hubiese sido mejor encontrarlos descaradamente atados de cintura, o mordiéndose los labios, sin embargo, me dejaron expectante de todo lo que no vi, de la pésima escena que preferí no creer, es que aquel incómodo nerviosismo liberó los monstruos de mis sospechas y con ello se socavaba mi mente con la duda del porqué estaban juntos, haciendo todo lo contrario de lo que mi imaginación me decía que ocurría.
¿Qué hubiesen pensado ustedes? Tal vez hubiesen exigido una explicación, pero entre los tres, no nos debemos nada, no somos afines, pese a que ella y yo sí nos conocemos y aún no dice nada de la previa declaración de mis intenciones de que fuese mi exclusiva musa.
La luna sigue posando, intermitente, sobre el laser de aquel restaurante y en mi mente todo lo que ella no dijo ya está dicho.
The moon, this time, is emanated by the laser of a restaurant. I declare my love to a muse who smiles and says nothing, but enjoys my poetic sound.
After a few days, I pretend that the demons escaping from my sanity are not right this time, it can't be true what I sense and foresee in that same place.
They say that what we believe becomes our truth, even if it is not reality, but I tie up the loose ends of the symbiosis of those two perspectives and the only innocence that exists is mine.
I saw her, she was talking to someone else while they both devoured a dessert. At that table there was no gesture of affection, there was no reckless proximity of her nearness, there was nothing in her hazel gaze that sought any shelter from the presence that was not my company, but there was a strange appetite.
The curious thing was that it was only enough for me that he turned his face in the opposite direction of my arrival to omit me and with that I knew that the sweet they were tasting was the circus of two animals trained to omit a great trick.
The applause rang inside me, there are streamers in the air and the screams are euphoric, even though the act consists of two people acting crazy, or acting normal on their chairs, moving very little, sweating a lot, despite the coldness of their cautious indifference and watching their cell phones to distract us from their true talents.
In reality, I am not the most skilled detective, much less possess a sorcerer's gift for foretelling the future, but seeing them uneasy about my greeting, I noticed how the illusions were sinking on the great iceberg that supported the three of us.
There must be a lot of talent in pretending to do nothing so that doing nothing looks natural, but this was not the case, they were terrible actors, or I was a terrible spectator to judge that what was happening was unnatural.
I think about it a lot and maybe it would have been better to find them blatantly tied at the waist, or biting each other's lips, however, I was left expectant of everything I did not see, of the lousy scene I preferred not to believe, is that that uncomfortable nervousness released the monsters of my suspicions and with it my mind was undermined with the doubt of why they were together, doing the opposite of what my toxic imagination told me was happening.
What would you have thought? Perhaps you would have demanded an explanation, but between the three of us, we owe each other nothing, we are not related, even though she and I do know each other and it still says nothing of the previous declaration of my intentions for her to be my exclusive muse.
The moon still rests, intermittently, on the laser of that restaurant and in my mind everything she did not say has already been said.
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