The order of things
When she opened her eyes again, she observed the mess in the house. Before he left, like a hurricane, Dan had unarranged everything looking for the money.
"Where is the money? Give me the money!" He had struggled with her and shouted rudely in her face. As much as she had pleaded with him to calm down, Dan kept searching and throwing everything away:
"Where do you think it is, Dan, that money was our mother's!"
Dan looked at her furious at the response and that's when he stormed out slamming the door.
Two hours after Dan left the house, the news of his death arrived. Ana had just strained her coffee to calm herself and was sitting down eating a piece of bread out of inertia. The phone rang and Ana got up to pick it up. A voice on the other end of the phone, asked:
"Ana Rivera?" -she said yes to the question- "Her brother Dan Rivera just passed away".
The next thing she could barely hear. She felt her body go limp, cold, bloodless and her throat dry. Automatically, after hanging up, she grabbed her purse and ran out of the house. Only when she arrived at the hospital and recognized the body did she begin to cry: Dan had died in a gang confrontation.
However, I didn't deserve that ending, she said and began to cry again. Her crying made her chest heave down and up insistently, disconsolately. She was not crying for Dan, she was crying for her mother, who if she had been alive, with that news, would have died. So it was that from so much crying, tired, weak, Ana fell on the floor, as rag dolls fall without any support inside her body and perhaps she lost consciousness. When she remembered, she did not know how much time had passed and only saw the line of ants with bread crumbs on their bodies.
"Where could the money be, Dan? In the one object you never wanted to get your hands on: Mom's picture".
All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl
Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends
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El orden que tienen las cosas
Desde el piso, donde se encontraba tirada, miró la línea de hormigas que llevaban restos de comidas sobre sus cuerpos. Una tenue luz se filtraba por una de las rendijas de la ventana. Volvió a cerrar los ojos y sintió que podría estar así toda vida. La oscuridad más que asustarla, le hacía bien en aquel momento. Quiso volver a llorar, pero extrañamente, no lo hizo: tal vez se había quedado sin lágrima, pensó de manera dramática.
Cuando abrió nuevamente los ojos, observó el desorden que había en la casa. Antes de irse, como un huracán, Dan había desacomodado todo buscando el dinero.
_¿Dónde está el dinero? ¡Dame el dinero! Había forcejeado con ella y le había gritado groseramente en la cara. Por más que ella le había suplicado que se calmara, Dan seguía buscando y tirando todo:
_¿Dónde crees que está, Dan? ¡Ese dinero era de nuestra madre!
Dan la miró furioso por la respuesta y ahí fue cuando se fue dando un portazo.
A unos metros de donde estaba tirada, Ana observaba la taza que había usado por última vez, antes de recibir la noticia; sobre un plato también había restos de un pedazo de pan enmohecido y varias conchas sobre la mesa. La boca del grifo seguía goteando.
A las dos horas de Dan irse de la casa, llegó la noticia de su muerte. Ana acababa de colar el café para calmarse y estaba sentada comiendo un pedazo de pan por inercia. El teléfono sonó y Ana se levantó para tomarlo. Una voz al otro lado del teléfono, preguntó:
_¿Ana Rivera? –ella dijo que sí a la pregunta- Su hermano Dan Rivera acaba de fallecer.
Lo siguiente apenas pudo escucharlo. Sintió que el cuerpo se le ponía flojo, frío, sin sangre y la garganta seca. De forma automática, después de colgar, agarró su cartera y salió de la casa corriendo. Solo cuando llegó al hospital y reconoció el cuerpo, comenzó a llorar: Dan había fallecido en un enfrentamiento entre bandas.
Desde donde estaba, tirada en el piso, sintió un olor putrefacto en el aire: tal vez la basura de la semana, tal vez los restos de comida, tal vez un animal muerto o tal vez era ella. Ana se levantó del piso. Primero se sentó y después, con la ayuda de un mueble que estaba cerca, se incorporó. Sentía que su cabeza estaba como la casa: revuelta. Como un robot, sin mirar a los lados, se dirigió a la habitación, se quitó la ropa y se metió a la ducha. Su cuerpo tembló con el agua fría y su cerebro despertó de un largo letargo. Pensó que lloraría, pero no: tal vez ya había llorado suficiente.
Luego de los trámites fúnebres, del entierro donde había asistido solo ella, Ana había vuelto a su casa. Dentro de aquellas paredes familiares recordó las veces que Dan hizo de las suyas, incluso a su madre:
_Sin embargo, no merecía ese final –dijo y comenzó a llorar nuevamente. Su llanto hacía que su pecho bajara y subiera insistentemente, de manera desconsolada. No lloraba por Dan, lloraba por su madre, que si hubiera estado viva, con aquella noticia, habría muerto. Fue así que de tanto llorar, cansada, débil, Ana cayó en el piso, como caen las muñecas de trapo sin tener ningún soporte dentro de su cuerpo y tal vez perdió la consciencia. Cuando se recordó, no supo cuánto tiempo había pasado y solo vio la fila de hormigas con migas de pan sobre sus cuerpos.
Al salir del baño, Ana comenzó a ordenar todo: cerró el grifo que goteaba, puso cada objeto en su sitio y recogió los pedazos de vidrios que habían en el piso. También recogió los desperdicios de comida, sacó la bolsa de basura para la calle y lavó los utensilios de cocina que estaban sucios. Luego de hacer todo aquello, abrió las ventanas y dejó que el aire nuevo entrara a la casa. Respiró profundamente sintiendo que cada pedazo de ella, como en un rompe cabeza, comenzaba a ocupar su lugar. Se dirigió a la cocina, puso a hacer café y de un tarro sacó unas galletas. Con una taza del aromático líquido en la mano y un plato de galletas en la otra, se sentó frente a la fotografía de su madre. Allí la miró por largo rato, como si mentalmente hablara con ella. De repente, tomó el portarretrato y después de ver la foto de su madre, abrió la parte de atrás y allí estaban cientos y ordenados billetes de dólares.
_¿Dónde podía estar el dinero, Dan? En el único objeto que tú jamás quisiste tener en tus manos: la foto de mamá.