En el encantador barrio de La Paternal, la familia Telerín se preparaba para recibir el año nuevo 2025 con entusiasmo y esperanza. Los Telerín, compuestos por Carmen, su esposo Fernando, y sus hijos Mateo y Valentina, tenían una tradición muy especial: cada Nochevieja, se reunían en el jardín de su casa para compartir sus propósitos y deseos para el nuevo año.
Esa noche, el cielo estrellado parecía bendecir el momento con su resplandor. Carmen había preparado una cena deliciosa, con platos típicos de su infancia y nuevas recetas que había aprendido durante el año. La mesa estaba decorada con velas y flores, creando un ambiente cálido y festivo. Mateo, de 15 años, y Valentina, de 12, ayudaban a poner la mesa y a encender las luces del jardín.
Cuando el reloj marcó las 10 de la noche, la familia se sentó alrededor de la mesa y comenzó su ritual. Fernando, con una copa de sidra en la mano, propuso un brindis por el año que terminaba, agradeciendo por los momentos compartidos y las lecciones aprendidas. Después del brindis, cada miembro de la familia tomó un papel y un lápiz para escribir sus propósitos para el año nuevo.
Mateo, siempre entusiasta del deporte, escribió que quería mejorar sus habilidades en el fútbol y ganar el campeonato escolar. Además, se comprometió a estudiar más para obtener mejores calificaciones y a ser un mejor hermano para Valentina. Valentina, por su parte, quería dedicarse a aprender a tocar el piano, algo que siempre había soñado. También escribió que deseaba hacer más amigos y ayudar a los demás en lo que pudiera.
Carmen, con su naturaleza bondadosa, escribió que quería dedicar más tiempo al voluntariado en el centro comunitario y continuar su camino de aprendizaje en la cocina, explorando nuevas culturas gastronómicas. Fernando, siempre el pilar de la familia, se comprometió a cuidar mejor de su salud, hacer más ejercicio y pasar más tiempo de calidad con su familia, dejando de lado las preocupaciones del trabajo.
Después de escribir sus propósitos, cada uno leyó en voz alta sus deseos para el año nuevo. La familia escuchó con atención y aplausos, apoyándose mutuamente en cada meta y ofreciendo palabras de aliento. Las risas y los abrazos llenaron el jardín, creando un ambiente de amor y unidad.
A medida que se acercaba la medianoche, encendieron un farolillo volador, una tradición que habían adoptado para enviar sus deseos al cielo. Con el farolillo elevándose, cada miembro de la familia tomó una bocanada de aire fresco y cerró los ojos, imaginando el año que estaba por venir, lleno de posibilidades y esperanzas.
Cuando el reloj marcó las doce, los fuegos artificiales iluminaron el cielo, y la familia Telerín se abrazó, brindando por el nuevo año. Sabían que, aunque el camino pudiera tener desafíos, juntos podían enfrentarlos y lograr sus sueños.
Y así, la familia Telerín dio la bienvenida al 2025 con corazones llenos de amor y determinación, lista para abrazar el futuro y convertir cada propósito en una realidad compartida.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.