Victoria ajustó su mochila nueva al hombro mientras atravesaba las puertas del colegio secundario por primera vez. Su corazón latía rápido, una mezcla de nervios y emoción. Había pasado el verano imaginando este momento, pero nada podía prepararla realmente para el bullicio del patio, repleto de estudiantes con caras nuevas y desconocidas.
Miró alrededor, buscando a alguien familiar, y entonces los vio: Federico y Camila, sus mejores amigos de la primaria. Ambos estaban de pie bajo un árbol, riéndose por algo que Camila acababa de decir. Sin pensarlo dos veces, Victoria corrió hacia ellos.

“¡Vic!” exclamó Camila al verla, extendiendo los brazos para un abrazo. Federico, más reservado, sonrió y saludó con un movimiento de cabeza, pero la calidez en sus ojos decía todo.
"¡No puedo creer que estemos aquí!", dijo Victoria emocionada mientras los abrazaba. "Es un lugar enorme."
"Ya lo sé, pero al menos no estamos solos," respondió Camila, siempre positiva. "Tenemos que ser el equipo de siempre."
Federico asintió, y aunque siempre había sido de pocas palabras, agregó: "Y conquistar este nuevo mundo juntos."
La primera clase fue de historia, y afortunadamente todos estaban en el mismo grupo. Mientras tomaban asiento, Victoria se dio cuenta de que, aunque estaban rodeados de extraños, la presencia de sus amigos hacía que todo fuera más soportable. Compartían notas, se lanzaban miradas cómplices cuando el profesor decía algo curioso, y ya en la primera hora habían decidido que la cafetería sería su punto de encuentro diario.
Durante el recreo, Camila propuso algo: "Deberíamos hacer un pacto, como en la primaria. Prometamos que pase lo que pase, no perderemos contacto."
Federico sacó una goma de borrar y, con un gesto solemne, partió un pedacito para cada uno. "Nuestro símbolo," dijo mientras les entregaba las piezas. “Cuando las veamos, recordaremos este día y nuestra promesa."
Victoria tomó la suya con cuidado y la guardó en el bolsillo de su mochila. “Pase lo que pase,” dijo con una sonrisa. “Siempre estaremos juntos.”
El resto del día pasó volando, y aunque hubo momentos de incertidumbre y un par de tropezones con los nuevos profesores, Victoria se fue a casa con el corazón lleno. Sabía que el camino sería desafiante, pero con Camila y Federico a su lado, estaba segura de que podían con todo.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.